martes, 20 de julio de 2010

No me subo ni a un taburete.

Cuando le dedicas tiempo y energía a una actividad y no obtienes resultados, lo normal es abandonar. Al menos, esto sería una verdad como un templo si, nuestra "llamemosla afición" estuviera asentada en una visión resultadista: No es el caso. Me gusta escalar, me gusta el monte, y más aun, me gusta escalar y el monte con Gema y "la Pepa". También me gusta encontrarme en las paredes o en el bar con colegas y compartir vías y cañas. Como son gustos cuya satisfacción está a mi alcance pueden parecer poco importantes... aunque lejos de las apariencias, son en mi caso vitales.

Escalar es el fin, los encadenamientos son sólo satisfacciones accesorias añadidas, que valen para dar de comer a nuestro ego... El ego es el único músculo que no hay que potenciar en la escalada, el ideal, creo, sería dejarlo un estado de anorexia sin llegar a la inhanición.

Evidentemente no voy a dejar de alegrarme por encadenar ¡Faltaría mas!... pero mi satisfacción mayor es cuando consigo que una secuencia me salga fluida, o cuando en vez de pedir que me pillen consigo destrepar a un reposo y volverlo a intentar. Encadenar es resultado de lo anterior y no el objetivo... por eso creo que he conseguido seguir escalando este año, en vez de patear la vía y quemar el equipo.

La frustración existe en todos los ámbitos de la vida y a veces no escapo a ella ni escalando, pero aquí no perdura, la doy esquinazo en cuanto puedo porque hay mil cosas en las que triunfar escalando y sólo una en la que fracasar: el encadene.

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