jueves, 5 de septiembre de 2013

Asturias: Julio 2013 - 3ª Parte: El Picu Mayor

Martes, 2 de julio de 2013.  Sigo moqueando. El maldito catarro, gripe o lo que sea no afloja.  Estoy mejor, pero no estoy bien.  Quizá un buen plan montañero y una buena sudada ayuden a exorcizar los virus.

Nos calzamos las Five Ten y nos vestimos de excursionistas. Tenemos ganas de conocer la cima del "Picu Mayor", también conocido por los no locales como "El Gorrión".  Pico imponente, que preside el valle de Quirós.

Así que ni demasiado pronto ni demasiado tarde dejamos a pie nuestro campo base en "Las Agüeras" y cruzamos la carretera en dirección a Villaorille. Un cartel antes de cruzar el puente de acceso al pueblo marca la ruta: el PR-Q3 Villaorille-Cueva de la Canal-Picu Mayor
El Picu Mayor o Gorrión (1.235 mts.), preside el  valle.  Este cartel a la entrada de Villaorille, otro en el centro  del pueblo y la marca blanca y amarilla de la Cueva, fueron las únicas balizas del PR que vimos en toda la ruta.
Joaquín, uno de sus cinco habitantes fijos, nos aporta más información y un par de alternativas... Elegimos la ruta "normal" que parte de una pista al final del pueblo y que en rumbo Norte va bordeando la cordillera del Picu Mayor hasta cambiar de vertiente por una cueva escavada en la roca.

Según vamos dejando atrás Villaorille, la pista va internándose en una zona boscosa de gran belleza.   y poco a poco comienza a desdibujarse hasta convertirse en un sendero que desembarca a los pies de un pedrero.

Cuando ya pensábamos que nos iba a tocar sudar la gota gorda pedrero arriba, unas cerradas zetas, se nos presentan salvadoras y nos confirman lo que ya sospechábamos: que la pista y el sendero que hemos dejado atrás, constituían antes un único camino carretero que daba servicio a la antigua economía ganadera del valle.

Quirós es desde luego el paraíso de cualquier etnógrafo con un mínimo de curiosidad. Ahora no es fácil imaginar el valle lleno de gente, de  niños naciendo, envejeciendo y muriendo aquí.  Pero aun a día de hoy, están muy presentes las huellas de su pasado minero. Tuvieron tren, industria y una economía rural próspera.  Hoy los pueblos se quedan vacíos y las casas que se restauran son casi en su totalidad segundas residencias de urbanitas o quirosanos emigrados a la vecina capital ovetense.

Al terminar de sortear las zetas, el camino está tan desdibujado que dudamos si estaremos yendo en la buena dirección.  Unos mastines nos detectan desde un collado y nos ladran amenazadores.  Están lejos pero aparentemente en algún momento hemos de tomar su dirección. Seguimos avanzando un poco preocupados y dispuestos a darnos la vuelta ante una eventual escalada de tensión.  Finalmente damos con la cueva, y la tercera y última marca blanca y amarilla de toda la ruta. Pintura no es que se haya derrochado precisamente. Nos animamos por confirmar que estamos en la buena dirección, pero las facilidades acababan de terminarse. 

La otra cara de la sierra está exultante de vegetación.  El 2013 venía equipado con una de las primaveras más lluviosas que se recuerdan.  La lluvia y la ausencia de tránsito humano han constituido el soporte necesario para llevar al viejo bosque a un inesperado apogeo.

 No hay palabras para describir tanta belleza, de verdad que no las hay. Hemos visto cosas bellas, pero esto es una exhibición... Helechos de casi metro y medio, el musgo tapizando las rocas, los árboles...  es imposible de describir y emocionar, hay que verlo, llenarse los pies de barro y mojarse los calcetines, hay que soportar el sudor que empapa nuestra piel por el bochorno de toda esta humedad y por el esfuerzo del paseo, hay que saber valorar que los paisajes más bellos suelen ser los menos cómodos y este no es una excepción.  Es el precio a pagar y es un precio bastante justo.


El apoteosis es la llegada a la braña de Quintaneiru.  Está abandonada, como casi todas ellas. La actividad ganadera ha disminuido tanto que los pueblos se despoblaron, se descuidaron los caminos y ahora solo se yerguen como monumentos a la memoria de un pasado rural en el que la vida en las ciudades no era más que un modo de vida alternativo.

Braña de Quintaneiru


A partir de aquí nos despistamos, seguimos un camino que no lleva una dirección coherente y que al poco comienza a descender... pronto comprendemos que hemos de dar la vuelta. Regresamos a la braña de Quintaneiru y reponemos fuerzas, dudamos sobre que hacer y aunque probamos alguna que otra alternativa nos acabamos dando por vencidos y satisfechos.  Mi cuerpo ha respondido hasta este punto pero no me quedan más pilas que las necesarias para volver.

Estamos contentos, la ruta ha sido preciosa y nos quedamos con ganas de a rematarla.

Epílogo

Joaquín nos pregunta en Villaorille  que tal nos ha ido, le resumimos nuestra aventura y nos aclara donde nos despistamos y la dirección correcta que deberíamos haber seguido desde la Braña.

Le debemos de caer bien, o más sencillamente tiene ganas de hablar y nos cuenta historias que para mi son un regalo:  De como era la vida allí cuando el era niño, de las carretas tiradas por bueyes primero y luego por caballos que subían a la Braña, de los trabajos comunales de los vecinos para mantener en buen estado los caminos y lo unidos que estaban... La gran mayoría emigró a la ciudad, sólo el resistió la tentación ovetense para seguir orgulloso en su pueblo ganándose la vida con sus gallinas y sus vacas.