lunes, 5 de junio de 2023

Madrid - Segovia 2023 MTB

Han pasado dos semanas exactas desde la HU-108 y, aquí estamos otra vez en la parrilla de salida de una prueba ciclista. Esta vez la "Madrid-Segovia MTB", en la que repito por segundo año consecutivo.

Parece fácil ¿No? En un momento dado, finales de 2022 o principios de 2023 eliges una prueba, pagas el dorsal y el día señalado coges tu bici y te plantas en la salida.   Pero no es tan sencillo.  6 meses, son muchos meses y pasan muchas cosas.  En concreto, en las dos últimas semanas ha pasado de todo: ninguna tragedia, por suerte, pero sí multitud de obstáculos que en mi mente me habían hecho convencer de que era mejor emplear el día en cualquier otra cosa. 

Un paseo por El Pardo con Antonio, Almudena y Cima la tarde de antes, acaba con los 6 en "Ricardo" yendo a toda velocidad a por el dorsal a lo que antes era la Ciudad Deportiva del Real Madrid.  

Que la organización haya "perdido" mi dorsal no es más que otra anécdota a sumar a la larga lista de obstáculos que sin tregua me han acompañado en los últimos días.

Unas cervezas y unas raciones más tarde nos venimos arriba definitivamente. Ya no es que el plan sea tomar la salida y abandonar en Cercedilla, ahora vamos a por todas.


El sábado, cuando suena el despertador a las 6 de la mañana, llevo ya una hora dando vueltas en la cama.  Ya no estoy tan venido arriba como ayer, pero no me puedo echar atrás.

Gema arranca la primera como siempre, y lo siguiente que recuerdo, es estar compartiendo el desayuno con un buen café y unas tostadas de  mantequilla de cacahuete y queso, la fórmula mágica a la que sólo recurro días en los que hay que darlo todo físicamente.

El caso es que a las 8 de la mañana Antonio y yo, acompañados por Dani, Pagán, Pablo y otro de sus amigos, damos las primeras pedaladas de una prueba que se va a los 114 kilómetros y casi 2.500 metros de desnivel


Según arranca la prueba me doy cuenta de que me he dejado las gafas en el coche, los pequeños inconvenientes se siguen acumulando en un saco que aún está por completarse.

Llevamos un mes de mayo/junio que por suerte, está siendo muy lluvioso, no me quejo, pero complica mucho lo de salir a entrenar.   En los huecos en los que puedo salir el cielo no da tregua, así que, el lunes, que dan despejado por la mañana, me lo cojo libre dispuesto a hacer una salida de fondo. 

Duro 10 kilómetros, los mismos que necesita el tensor del cambio para decir que "hasta aquí hemos llegado"

Vuelvo a casa en modo "fixie" y Gema se pone en modo "rescate", una hora más tarde, estamos en Bici Escapa haciendo puerta fría en el taller.  

Me ponen cara rara por no haber pedido cita previa, pero le explico la situación y me cogen la bici agendando su revisión para el jueves. 



Parece que como decían los de Gomaespuma, Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien, pero no es el caso.  Contra todo pronóstico recibo un mensaje unas horas más tarde de que la bici está lista.

Aparco TONelete  en una plaza entre Alberto Contador, y Perico Delgado. Estando entre estos dos monstruos, nada puede salir mal.

 



El martes Pepa pasa la mitad de la noche bebiendo agua y la otra mitad vomitando.  Pinta muy mal pero sé lo que tengo que hacer, muevo hilos laborales y personales y a las 11 ingreso a Pepa en el Hospital Veterinario con el diagnóstico esperado de pancreatitis. Una de las tres patas de mi taburete vital cojea, todo lo accesorio o secundario, se pone en pausa.

Pepa odia los espacios cerrados, así que como era de esperar monta un pollo que no veas.  Entre eso y que parece que está mejor, nos adelantan el alta a el miércoles por la tarde.  

En el hueco entre el café de la tarde y la hora del alta, Gema sale a correr y yo doy una vuelta a la Casa de Campo. La bici va genial y tengo piernas, pero no pulmones.  A penas 21 kilómetros, una hora y cuarto sobre la bici,  y Strava me dice que descanse dos días ¿Para qué sufrir más?  En mi cabeza hace ya tiempo que he abortado la misión segoviana.

Volviendo a la carrera, después de unas horas llego al avituallamiento principal de Cercedilla.   Por el camino he ido regulándome muchísimo dejando que hordas de ciclistas motivados me rebasen como cohetes. Es por eso que me llevo una buena sorpresa en el kilómetro 25, primer avituallamiento líquido, donde coincido con Antonio y el grupo de Dani, todos ellos mucho más fuertes que yo.   Ambos van con problemas:  Antonio con calambres y Dani ha vomitado dos o tres veces.

Antonio no para en los avituallamientos, pero con Dani si intercambio unas frases, lleva los ojos hundidos, pero su grupo le hace fuerte y su motivación no decae.

La segunda sorpresa es que cuando me lo vuelvo a cruzar, la rueda de un Antonio venido a menos, sí me sirve de referencia y la sigo hasta que los calambres le hacen reducir la velocidad a modo "protección de motor"

La tercera, es doble y es que, en el segundo avituallamiento, primero sólido, solo hay fuet y también me vuelvo a encontrar a Dani, Pablo, Pagán y compañía.  

Dani tiene mejor cara.  Desconozco los valores nutricionales que hacen del fuet un alimento idóneo para una prueba maratón de mountain bike, tampoco suelo comer cerdo, pero agarro dos palitos y los engullo. No es momento de hacerse el exquisito cuando se trata de sobrevivir.

La cuarta sorpresa es que unos kilómetros antes de Cercedilla, en un tramo de asfalto, vuelvo a coger a Antonio que sigue con sus problemas de calambres, no está para mucha conversación así que pongo mi ritmo y le dejo tranquilo.

En el tramo de asfalto subiendo al hotel Arcipreste de Hita pillo al grupo de Dani, que ya va muy recuperado.  Su ritmo conservador está en el rango de mi ritmo máximo y me pongo a rueda.  

En el grupo de Dani, que ya está completamente recuperado

Retomamos la pista y entramos en terreno neutralizado, tenemos a Cercedilla a tiro de piedra y el terreno pica para abajo.  No me puedo resistir y tomo la delantera del grupo, me siento como en una salida de esas, cuando tenía veinte años y consideraba las cuestas arriba el precio a pagar por un buen descenso.

Sin pretenderlo, les dejo atrás, rebaso el polideportivo y llego a la zona de avituallamiento.

Me reúno con Gema y Pepa, estoy muy contento de verlas, me siento bien. El plato de pasta y la Coca Cola me saben a gloria

Gema, además,  me trae las gafas y la cacharra de reserva, la otra se me cayó en un descenso por Colmenar y se picó en el impacto. Como está llena de agua y la otra, la pequeña en la que llevo la bebida isotónica, a medias, decido no cargar más agua para subir el puerto.

Avituallamiento de Cercedilla

Almudena por su parte, se ha quedado junto al polideportivo dando un avituallamiento personalizado al resto de la expedición.  Me hubiera gustado estar todos juntos compartiendo el ambiente del que la organización había montado en Cercedilla, pero cada uno hace su carrera y yo no soy una excepción.

Polideportivo de Cercedilla

En cuanto termino mi plato de pasta, me despido de Gema y de Pepa y retomo la prueba al ralentí. La mayoría de ciclistas no ha acabado su ración, y yo no he dejado ni las migas. Mejor ir con precaución no se me vaya a dar la vuelta al estómago.

El Puerto del León se me hace duro, pero pillo un ritmo y no cejo.  Cerca del final me alcanza el grupo de Dani.  Es la enésima sorpresa del día, pensaba que iban muy por delante de mí. Las noticias sobre Antonio no son buenas, concibo la idea de que a lo mejor se ha retirado aprovechando la cobertura de las chicas.

Al coronar hay un repecho que la mayoría hace a pie, yo me sumo a ellos, Dani y los demás lo intentan sobre la bici y les pierdo definitivamente.

Al iniciar la bajada por la trialera se desata la tormenta.  Todos paramos a ponernos el impermeable. A pesar de la tromba de agua, podemos estar muy contentos de que el día haya aguantado hasta aquí porque la previsión era mucho peor.

Trialera bajo la lluvia

El caso es que la lluvia llega en la zona más técnica y peligrosa; no arriesgo. Tampoco podría hacerlo porque los que tengo delante, echan pie a tierra y el resto de la fila les seguimos en una coreografía improvisada.

Después de la trialera llega una zona de sube y baja, la lluvia escampa y echo mano al bidón, al menos eso pretendo, porque no está.  He debido perderlo en la trialera. 

Desde ahora y hasta el siguiente avituallamiento sólo me quedan dos o tres dedos de isotónico.  Lo voy a pasar mal.

Dosifico el agua todo lo que puedo, pero las matemáticas son las matemáticas y llego al fondo de la cacharra. Me toca resistir sin agua.    Unos chicos en un control me dan un poco de la que tienen, pero no da ni para un par de tragos.

No tardo en notar síntomas de acalambramiento.   Al principio los voy manejando cambiando la postura, el desarrollo, pedaleando de pie, pero finalmente tengo que parar.

Llegar al avituallamiento se me hace un mundo, pero ya nada me puede parar.    

Lleno el bote, engullo dos trozos de sandía y me como una barrita, doy por hecho que los calambres van a remitir, pero no es así: van y vienen por oleadas.  Ahora soy yo el que progresa en modo "protección del motor".  Por suerte, los avituallamientos empiezan a estar cerca unos de otros y los 550 ml de la cacharra se hacen suficientes.

En el último avituallamiento casi nadie para, no es mi caso, hay agua y plátanos y es justo lo que necesito.

El terreno deja de tocar las narices y ya no se empina, entramos en los últimos 10/12 kilómetros donde se alterna el llano con las bajadas.   

Cuando enfilo las calles de Segovia estoy muy contento, entero mentalmente y manejando bien los recursos físicos que me quedan.

Cruzo la meta y esta vez no tengo que contener las lágrimas, el panorama es muy diferente al del año pasado.  Llamo a Gema y me reúno con ellas en meta, contentísimo de estar contento y de ver a Gema contenta.  Pepa no tiene claro lo que pasa, pero está allí y eso es más que suficiente.  No hace ni 3 días que ha salido del hospital después de superar su tercera pancreatitis, hemos estado muy, muy preocupados.  Vernos a los tres juntos parece lo normal, pero es normalidad que vale su peso en oro.

Antonio llega 5 minutos más tarde, otra alegría que me llevo; llega serio pero entero.  La verdad es que es un tío duro, pero duro de los de antes, sin gilipolleces, y de los que siempre está ahí cuando le necesitas.  


En la mesa de la celebración nos juntamos junto a unas cervezas y hablamos de las carreras del año que viene... Dani no quiere repetir, la precariedad de los avituallamientos le ha mosqueado un poco, pero apostaría a que es un fijo en la línea de salida del año que viene.  Se habla de una prueba en Burgos, de repetir la HU-108, se pone sobre la mesa El Soplao, la Transpirenáica... en fin, proyectos, sueños, planes que si se llegan a cumplir será indicador de que estamos bien, de que la vida no nos plantea obstáculos que no podamos superar y que seguimos con ilusión de implicarnos en movidas como esta.

Gracias infinitas a Almudena y especialmente a mi mujer, Gema, por estar entre bastidores haciendo de soporte para que un día como hoy salga todo como ha salido. 


Epílogo

Y aquí estamos Dani, Antonio, Gema, Cima, Pepa y yo mirando a la cámara que sujeta Almudena; dispuestos a salir en la última foto antes de emprender la vuelta a Madrid.  "Paloma" nos espera: 4 plazas, 5 humanos, dos perros, tres bicis y un espejo retrovisor hecho fosfatina pocas hora antes en Carabanchel.  Otra obstáculo que no es nada y que sirve para redondear la lista de anécdotas que están en cada foto de esta entrada, aunque no se vean.



2 comentarios:

  1. En forma!!! 8 horas de pedaleo, el fuet ayuda, 😋...
    me alegro Pepa mejor!😘

    ResponderEliminar
  2. El fuet es la nueva EPO, jajajja. Gracias por comentar

    ResponderEliminar

Gracias por participar en Bitácora Vertical.