sábado, 1 de julio de 2017

Camino de Santiago deade Madrid en bici. Capítulo 3º. Ambientación.


25 de junio 2017, domingo.

El domingo fuimos a escalar como siempre que nada nos lo impide, y como acabamos pronto, volvimos de Patones con tiempo suficiente como para descansar un poco el cuerpo antes de disponer del resto de la tarde con total libertad.

Poco a poco me voy emocionando más y más con la idea del viaje en bici a Santiago, y si algo he aprendido es que si algo, por simple que sea, emociona, hay que alimentarlo y dejarlo crecer para que luego tenga tanta fuerza que los miedos, la pereza o los contratiempos que siempre aparecerán no sean obstáculo para impedir lo que venga detrás.

Así las cosas, la familia al completo cogimos el metro en Marqués de Vadillo y nos plantamos en Ópera para investigar la ruta jacobea del Madrid más antiguo acompañados de la guía que compramos en la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid.

Los libros son siempre mágicos, soy madrileño, vivo en Madrid y he vivido con entusiasmo Madrid y especialmente su centro muchos años, y sin embargo,  de no ser por este libro, no hubiera conocido este rincón ilustre del Madrid más clásico que es la  "Plazuela de Santiago" donde está la Iglesia de Santiago y San Juan Bautista, punto de partida de los que, desde hace muchos siglos, inician la peregrinación desde la capital de España hasta el "Campo de Estrellas" gallego.

Iglesia de Santiago y San Juan Bautista

Interior de la iglesia
La iglesia, por fuera, parece un edificio civil de corte clásico. Cruzar el umbral de su puerta para un agnóstico como yo debería ser como entrar en cualquier otro lugar, pero no lo es, algo se agita en mi estómago y recorre mi espina dorsal.

 Mis ojos se detienen en el cuadro del altar mayor, no se quien fue Francisco Rizi, pero había leído en la Wikipedia que esa obra fue de las mejores que salieron de su pincel.  En ella se vé a Santiago, espada en mano sobrevolando con su caballo los cuerpo inertes de sarracenos vencidos.  Una flipada espectacular.
Cuadro de Francisco Rizi en el altar mayor representando a Santiago Matamoros

Tras mi visita, le toca a Gema entrar y a mi quedarme con Pepa haciendo fotos en la plazuela... la verdad es que me hubiera gustado mucho haber hecho la visita junto a ellas, pero la iglesia no se diferencia en nada al resto de entidades no religiosas  en su percepción y trato de los animales no humanos, al menos en este país.

La plazuela tiene un par de terrazas, una de las cuales tiene ambiente y la otra no.  Suponemos que el estacazo será mayor en la que mantiene sus mesas vacías y optamos, como el resto de parroquianos por la del

Madrid de los Austrias, una Mahou, una guía de viaje... Se está gestando algo...
Bar Santos.  Un par de cervezas más tarde continuamos la ruta de los peregrinos por las calles Santa Clara, Vergara, Plaza de Isabel II (¡Me entero ahora de que la plaza de Ópera es en realidad la de Isabel II, benditos libros!), calle Caños del Peral, Plaza de Santo Domingo y así hasta tomar  San Bernardo, cruzar Gran Vía y desviarnos para ver la fachada del convento de las Comendadoras que tiene también una iglesia dedicada a Santiago.  Por cierto la "Plaza de las Comendadoras" es otro de esos rincones espectaculares que no conocía de Madrid.
Iglesia de Santiago del convento de Las Comendadoras. Calle Quiñones.

Nuestro paseo nos lleva finalmente hasta la Glorieta de Quevedo desde donde empieza la calle Bravo Murillo que en su día, si todo va como está previsto, recorreré en bici hasta su final en Plaza de Castilla donde empiezan las flechas amarillas señalizadoras de la ruta hasta Santiago.

En la Glorieta de Quevedo, un músico callejero es interceptado por una vecina a la que le molesta su música hasta el punto de mandarle con la misma a otra parte. De nada vale que sean las 8 de la tarde, ni  que el músico prometa finalizar su actuación en dos horas.  El hombre se lo toma con resignación, educación y una sonrisa.  Nos conmueve.

Deshaciendo el camino hasta el metro de Ópera, paramos en un DIA  a comprar unos helados, la caja contiene más de los que queremos comer y le ofrecemos uno al señor que pide en la puerta. No es una limosna, es que hace un calor de narices y a nadie le amarga un dulce.  Los tres saboreamos el Magnum de chocolate blanco versión "DIA" con gusto.  Al finalizar seguimos camino, el nuestro nos llevaría de vuelta a casa.





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