lunes, 6 de septiembre de 2021

Vacaciones 2021 - Suiza - Cantabria

 El 2021 no estaba siendo un año digamos bueno, nada gravísimo nos ha pasado y sin embargo, no estamos siendo capaces de navegarlo tan feliz y productivamente como otros.  Estamos, lo sabemos, en fase de cambio vital: nos acercamos a los cincuenta,  Pepa se ha hecho mayor, no escalamos y hemos cambiado de furgoneta.  

Pequeños matices en una vida en común llena de cosas que la enriquecen y sin embargo, no estábamos dando con la fórmula mágica para que las 8 patas de este banco caminen sin tropezarse entre sí.

Necesitábamos las vacaciones como nunca antes, pero por primera vez en nuestras vidas, no sabíamos que hacer con ellas, ni a donde ir, ni en que emplearlas.  Sólo sabíamos con certeza que era urgente salir de Madrid y escapar a la naturaleza ¿Pero a dónde? ¿A hacer qué?.  La bici sale a colación, no lo veo claro y finalmente descarto la idea. 

Tenemos la enorme suerte de tener como amigos, casi como familia a los Coritos, léase mejor Antonio, Almudena y Cora, que nos habían ofrecido acompañarles una semana en su devenir suizo. Antonio estaba inscrito en una carrera en Zermatt y cualquier excusa es buena para viajar, conocer un país nuevo, reír y compartir aventuras.

Sin embargo no lo teníamos claro, dijimos que sí, luego que no y luego que no sabíamos.  Cuando les dimos el toque a falta de una semana ya se habían sumado al proyecto Rosi y Mariano a los que no conocíamos.   

Ni que decir tiene que nos abrieron las puertas de par en par y donde cabían 4 personas y un perro cupieron a discreción 6 personas y 2 perros y todo desde la más absoluto buena predisposición para que el cocktail humano-perruno combinase bien.

Con el tiempo tan justo, dejamos de lado todo más allá de nuestras obligaciones laborales y centramos nuestros esfuerzos en darle caña a la furgo para lograr los mínimos necesarios para el viaje.

Aprovecho para comentar que tenemos un blog con el proceso de camperización de "Paloma" que es el nombre de nuestra furgo. Sabemos que es un tema manido, pero es nuestra visión de la historia y en el detallamos con minuciosidad los pasos que vamos dando en su transformación. 

Si te apetece y te gusta el tema, date un vuelta por Historia de una camperización

Rematando la tornillería de la placa solar 8 días antes de partir

Los esfuerzos en la furgo nos tenían agotados pero no había margen. Día tras día salíamos del curro, pasábamos por casa a tomarnos un café y al tajo.  El día 9 de agosto aún estábamos montando el techo, pero también fue el día en el que vimos por primera vez la luz, concretamente los tres led del techo de la parte delantera.


El 12 de agosto terminamos de montar el techo. Aún había margen para añadir algo más. Así que, además de conectar otro foco sobre la segunda fila de asientos, pasamos a centrarnos en volver operativa la placa solar conectándola a la batería auxiliar a través del regulador de carga.


No sin mucho sufrimiento, el 14 de agosto dejamos la placa conectada de manera provisional. Tenemos lo que queda de día y algo de la mañana del domingo para preparar un viaje internacional a un país del que apenas sabemos un par de tópicos y que es ridículamente caro.

Regulador solar conectado entre el panel y la batería. Ver esas luces encendidas y la pantalla vertiendo información  sobre el proceso de carga nos llevó bastante más de lo esperado, pero lo logramos.

Entretanto y para no aburrirnos, quedan los intentos telefónicos frustrados para lograr la tarjeta sanitaria virtual, la post-cena delante del ordenador sujetando las pestañas para no quedarnos dormidos en el empeño de obtener la tarjeta sanitaria europea. Vacunar a Pepa y actualizar su pasaporte veterinario  y, hablando de la peluda,  el desastre, la gran montaña rusa emocional: Pepa ingresa dos veces casi seguidas en el hospital, las dos con pancreatitis. 

La primera casi se la lleva por delante y la segunda, ya resabiados, reaccionamos rápido y la plantamos en el hospital en cuanto vimos asomar las orejas al lobo.

 Esta foto que va a continuación se repitió casi idéntica el 9 de julio y el 7 de agosto.  Gracias a mi amiga Marta, a mi compi Mamen y a mi Jefa suprema MJ, se me facilitaron los servicios veterinarios  y las dispensas laborales necesarias para que Pepa fuese atendida a tiempo y en todas sus necesidades. Esta vez  puedo tener de qué quejarme, pero no de quién quejarme y, recordarlo y dejarlo escrito en esta bitácora, es de justicia.

Pepa saliendo con el alta médica del hospital veterinario

En nuestro escasísimo y valiosísimo tiempo de preparación de la intendencia para el viaje (que no llegó a 24 horas)  era obligada la parada en el supermercado.  Jamás habíamos pagado 160€ por una compra de comida, pero es que lo dimos todo en el Alcampo de Madrid Río.  

En una de nuestras idas y venidas a la furgo, nos cruzamos con Vicente, un amigo-vecino que nos dijo que en su época de karateka compitió Suiza y que flipó con el precio de las cosas.  Nos dijo que recordaba haber pagado 12 euros por una barra de pan y nos recomendó llevar toda la comida que pudiéramos.  

En una conversación no muy posterior con Almudena, nos dijo lo mismo "chicos, llevad comida que en ese país ir al súper es casi como ir a una joyería"

Bueno, es posible que sus palabras no fueron exactamente esas, pero el mensaje coincidía con el de Vicente y no hizo falta que nos lo repitieran màs.

Después de subir la compra a casa, salimos escopetados al Decathlon a comprar una nevera termoeléctrica, no es un frigorífico pero en el mejor de los casos logran mantener una tempertura de hasta menos 20º sobre la exterior. 

Ahora que disponíamos de placa solar, podíamos alimentarla sin preocupaciones y nos abría la posibilidad de viajar con productos frescos.

No es perfecta ni mucho menos, pero por 80 pudimos por primera vez, hacer un viaje de varios días con fruta, verdura, queso y zumito fresco.

El zapatero de Fianma es casi el mejor producto que esa empresa ha fabricado. Nos acompaña desde los tiempos de La Fiera (Vivaro). Ahí van opciones para todos los gustos: que si Antonio quiere subir a un 4000, que si queremos hacer alguna rutilla, que si queremos ir a correr, que si para la ducha, para estar en el campo base o para conducir. En lo referente a calzado, se lo traga todo.



Por fin, el domingo 15 nos subimos abordo de Paloma. Con el depósito lleno, ponemos el cuentakilómetros a cero y partimos. 


Nuestra primera parada fue cerca de Zaragoza, aproximadamente a los 300 Kms.  Lo justo para pasar por el WC, comer y cambiar de conductor.


Gema toma los mandos.  Se trata de dormir en Francia.  Nos planteamos turnos de 300 kilómetros.


Son las 20:30 cuando paramos a repostar en La Junquera.  Estamos a punto de salir de España y un cosquilleo nos recorre el estómago

Nos planteamos comprar un mapa físico de Suiza. Apenas somos conscientes de que no forman parte de la Unión Europea y allí los móviles no funcionan salvo que estés dispuesto a empeñar un riñón por el roaming.  

Existe en la gasolinera una sección de mapas, pero parece que sólo ha sobrevivido el cartel que la señalizaba. Son otros tiempos, está claro. 

Tendremos que apañarnos con la aplicación Maps.me. Al menos en esto sí hemos sido previsores y llevamos descargados los mapas de Suiza.
 

Francia


Cruzada la frontera, nuestro objetivo  fue meter entre 750 y 800 kilómetros de por medio entre nuestro querido barrio de Carabanchel y el punto donde pernoctaríamos cerca de Narbona. Más o menos, la mitad de trayecto a nuestro destino final, el camping Alphubel de Täsch. 

Para quien no haya viajado en plan nómada por Francia, decir que el tema de la pernocta es allí algo de lo más sencillo y que en itinerancia es algo que no merece la pena programar: cualquier área de descanso de las autopistas tendrá baño, mesas para comer y pradera donde esparcirse.  Todo ello entre límpio y muy límpio.

Me fastidia no acordarme bien de esa noche, no recuerdo el área ni lo que cenamos o desayunamos, pero era una noche especial: la primera durmiendo en Paloma fuera de España.  La primera que dormíamos bajo el nuevo techo de friso que tanto nos había costado instalar, la primera vez con el oscurecedor de la claraboya principal instalado y operativo, la primera también, con la fase "luz delantera" funcionando al completo y con la "luz saloncito" disponible y la primera con la placa solar alimentando  la batería auxiliar de la tiraba nuestra  nevera termoeléctrica.

Sí recuerdo que, aunque ya llevábamos unos cuantos kilómetros escapando del calor de Madrid, esa noche Pepa decidió dormir en el suelo, en su colchoneta y no con nosotros.  Se la vió bien, contenta; identificando por fin la furgo como algo bueno y no como un coñazo supino en el que sus padres humanos empleaban tiempo, que muchas veces sacaban (a su juicio) de cosas mucho más interesantes e incluso, de parte de la duración de sus paseos.

Verla en mi memoria contenta desde esa primera noche me evoca también el alivio y alegría con la que Gema y yo lo percibimos.   Desde que La Fiera, partió a Puente del Arzobispo a seguir su camino con otra familia, Pepa no había dado muestras de ningún interés ni aprecio por la nueva casa sobre ruedas, quizás, porque a pesar de nuestros esfuerzos, no ha sido hasta este viaje, cuando la furgo a alcanzado los mínimos para considerarla una camper.

Seguimos viaje atravesando Francia y más o menos a los 300 kilómetros volví a ceder el puesto de timonel a Gema.  

Pepa disfruta de la pradera de una  de las múltiples y variadas áreas de descanso francesas. Al principio nos daban envidia, pero al final, viendo a cuanto sumaba la factura, acabamos prefiriendo los secarrales-escombreras-vertederos de las autovías españolas.

Es curioso, pero un patrón que se repitió durante todo el viaje es que cuando yo conducía, solía haber atasco y cuando le tocaba a Gema, el tráfico era de lo más fluido.

Otro patrón muy típico de las autovías francesas, conduzca quien conduzca, es el "peajing"  consistente en desplumarte cada ciertos kilómetros con diversas cantidades que al principio pican, luego escuecen y al final hieren.  

Existen estrategias para disminuir el rejonazo, pero requieren tiempo y planificación y nosotros no disponíamos ni de lo uno ni de lo otro. La República fracesa puede estar bien contenta con nosotros.

Peaje francés no muy lejos de la frontera suiza.


Suiza


Por fin, a las 17:07 del 16 de agosto, cruzamos la frontera Suiza.  Es un momento de tensión, porque Suiza no forma parte de la Unión Europea y por tanto, su frontera sigue siendo una frontera como Dios manda, con su aduana, sus garitas habitadas y sus policías armados que te escrutan  tratando de filtrar los humanos confiables de los que no lo son.

Es también un punto crítico, porque nos quedamos sin internet ni comunicación telefónica y porque las autovías suizas no tienen peajes pero sí necesitas una viñeta para poder utilizarlas.  El punto fronterizo que utilizamos nosotros, el más cercano a Ginebra, es atravesado por una autovía, así que no te libras de comprar la susodicha.  

El coste asciende a 40 francos (unos 39 euros), sirve para 13 meses y, comparado con los peajes franceses, es un regalo.


Frontera franco-suiza

Suiza - Täsch

Después de comernos atasco tras atasco y comprobar que, las carreteras suizas tienen muchísimo que envidiar a las españolas, llegamos a Täsch mucho más tarde de lo que hubiéramos deseado y, aunque localizamos el camping rápido, era al filo del anochecer y no fue agradable encontrarlo completo y  la recepción cerrada. 

Desde España estamos avisados que pernoctar en furgo libremente en Suiza, puede suponer un disgusto muy muy caro.

Estamos cansados y nos agobiamos un poco. Dos paisanos se nos acercan. Una pareja peculiar: Con la excusa de interesarse por nuestra situación, ella parece disfrutar. Le faltó decir "jodeos" y ponerse a reír en plan malvado.   Él,  más normal, fue  amable y nos dió algo de ánimos forzados.

Aprovechando la conversación les pedimos la clave de la WiFi para contactar con nuestros amigos.  Él nos indica que está a la vista en una hoja pegada en la puerta de la recepción... pero ella, la muy perra, con una sonrisa pícara nos dice que nos va a dar igual porque no funciona.

A pesar de lo dicho por la Bruja Avería, probamos suerte: efectivamente no consigo conectar pero Gema sí, y mandamos un whatsapp de auxilio.

Después del whatsapp Gema aprovecha para ir al baño del camping y la "bruja" le espeta; ·"Eso eso, aprovecha que lo vas a necesitar"

A "nuestra amiga" le faltan una buena colección de tornillos, pero luego, recordándola, nos echamos unas buenas risas.

Nuestros amigos nos responden que hay otro camping, reculando en dirección Randa, no les damos tiempo a decirnos más, salimos pitando tratando de solucionar la noche que ya es completamente cerrada.  Tan cerrada que no vemos el camping pero sí un área de aparcamiento para furgonetas y autocaravanas a un par de kilómetros justo a la entrada de Randa llegando desde Täsch.  No tiene ningún servicio (ni baño, ni agua, ni lugar donde descargar los depósitos) pero la noche "sólo" cuesta 10€ y nos resolvía la mayor.  

Faltaba el tema baño. Ahora soy yo el que tiene la vejiga a reventar y como no es cuestión de sacarse la chorra en medio de un pueblo Suizo, visualizo una zona arbolada a pocos metros y me dirijo hacia ella sintiéndome casi un delincuente.

Resulta ser un merendero con columpios y el inicio de una pista forestal. Lo increíble es que el merendero tiene baño químico y una fuente.  No necesitamos más.

Amanece el martes 17 de agosto y nuestra misión principal es localizar a nuestros amigos.  Subimos a Täsch con la furgo y, rescatando el mensaje donde  Almudena nos enviába sus coordenadas, localizamos su dirección, pero no el piso ni la letra.

Conduce Gema y por alguna razón acabamos en una pista tan estrecha que la furgo a penas cabe por si sola. No queremos ni pensar lo que ocurrirá si nos encontramos un vehículo en dirección contraria.  

Gema me cede el volante. Voy sin la lentilla puesta, en visión monocular, no podemos dar la vuelta, sólo seguir subiendo y subiendo, y subiendo.... ¿Por qué siempre nos pasan estas cosas a nosotros?

Por fin tras un par de tensos kilómetros, en una curva de herradura encontramos el "anchurón" necesario para dar la vuelta. En la bajada nos cruzamos varios vehículos que suben.  Parecen taxis con turistas.   

Los que conducen esos vehículos conocen bien la jugada y saben donde deben esperarse o donde acelerar para que la confluencia con el vehículo que baja sea exitosa.

Por fin llegamos al edificio donde tienen el apartamento Almudena y compañía.  Baja Gema, la puerta del portal no está cerrada y se mete en el edificio (de 4 ó 5 plantas) con la misión de regresar con ellos, media hora (larguísima) después aparece con Antonio que nos recibe con una sonrisa y un abrazo.

Nos cuenta que fueron ayer al camping y que lo vieron lleno, que nos escribieron para decirnos que esa noche nos podíamos apretar todos en su apartamento y probar fortuna al día siguiente con el camping. Evidentemente teníamos desconectados los datos y no lo recibimos y tampoco dió tiempo a descargarlo en los 5 segundos que logramos conectarnos a la wifi del camping.
Una vez en el acceso al camping,  tenemos que esperar a entrar para dar paso a una hilera de autocaravanas que lo abandonan. La cosa pinta bien

El camping Alphaubel cuesta 40€ la noche como ya sabíamos. De haber tenido la furgo más equipada igual nos hubiéramos quedado en el parking de Randa ahorrando una pasta.  Por contra, aquello no deja de ser un aparcamiento y por tanto una zona poco adecuada para Pepa. Mientras en Alphaubel diponemos de una buena pradera alrededor de la furgo, estamos a tiro de piedra de la casa de nuestros amigos y podemos compartir las cenas, cosa que hacemos y convertimos en costumbre. 

La decisión de mover el campo base a Täsch y su camping de Alphaubel fue acertada.

Esta foto es desde la terraza del apartamento de "El equipo Cora", Al fondo se ve el pequeño Cervino y el Monte Rosa, si pudiéramos deplazar un poco la montaña que cierra el valle por la derecha, veríamos el Cervino o Matterhon.

Vista de Tasch y al fondo el circo donde están el pequeño Cervino, Monte Rosa y por supuesto el Cervino (oficial) o Matterhorn

El camping Alphaubel resultó ser caro pero sin sorpresas, cómodo y con buenos vecinos.   Se trata de un camping más bien básico, pero salvo algún momento puntual, no tuvimos que esperar  para usar los baños o ducharnos.  Está enclavado en un lugar estratégico y desde él parte la senda (andable y ciclable) que en 6 kilómetros te lleva hasta Zermatt. 

Por si alguien se lo estaba preguntando, creemos que no es posible reservar en los campings suizos  pero dada la oferta (recapitulando: además del Alphaubel, el parking de Randa y el camping camino a Randa) y el movimiento continuo de gente que llega y se va, no creo que haya razón para alarmarse si te pasa como a nosotros y vas prevenido.

Paloma aparcada en el camping Alphaubel

Paseo a Zermatt

Reunidos felizmente toda la expedición, no había tiempo que perder en desentumecer los músculos.

Pongamos sobre la mesa que a Zermatt no se puede subir en vehículo particular así que, mientras el "equipo Cora" subía a Zermatt mediante uno de los taxi del valle (el precio oscila entre 8 y 10 francos/euros por persona ida y vuelta mientras que el tren cuesta 8 francos sólo ida y pagan los perros) 

Nosotros el "Equipo Pepa" o los "Flores"como nos llama Almu, subimos a pie tomando el sendero que desde el mismo camping Alphaubel sube en 6 kilómetros hasta Zermatt.    

A quien le pueda interesar, este sendero es ciclable y aunque es uno y no tiene ninguna pérdida, se bifurca a menudo en variantes para separar lo más posible a ciclistas y senderistas.

Pepa sube contenta aunque jadeante. A sus doce años hay que sumarle las dos pancreatitis y el calor del agosto madrileño que la tenía apagada.  En su haber, también es verdad que nuestra actividad física familiar se ha limitado en el último par de semanas a camperizar la furgo. 

Verla así, olisqueándolo todo y adelantándose a nuestra marcha nos da un plus de tranquilidad que nos lleva a pensar que no nos hemos equivocado al venir aquí.

Esta foto del sendero en el que por fin asoma el Cervino y Pepa se adelanta para investigar las cabañas ilustra gráficamente lo que contaba en el párrafo anterior.


Hemos quedado en la plaza de la Iglesia, para lo que hay que sumar,desde donde deja el sendero, 1 kilómetro más de pateo.  Hace un poco de calor y las fuerzas de Pepa flojean, pera ya no hace falta tirar de ellas. Ahora simplemente hay que buscar una praderita con sombra para relajarse y papear.


Después de comer las respectivas viandas acompañadas de buen embutido hispano, Antonio saca la bota de vino y no sé como acaba duchado en ella. No nos cortamos y  holgazaneamos lo suficiente para no retomar el camino inverso de vuelta a Täsch antes de dejar caer un poco el sol.

En Zermatt, vayas o vengas, siempre lo haras atravesando la calle principal , la más comercial y la que más  vida tiene.   Al igual que en Chamonix, no faltan las principales marcas de montaña: NorthFace, Salewa, Mamuth, etc.  pero aquí los precios son como una broma absurda.


En la estación del tren cremallera retomamos la senda, esta vez todos juntos.





El  sendero inicia su descenso muy pegado a un helipuerto con un constante tráfico de aeronaves destinadas a dar paseos aéreos a turistas pudientes.  

Este servicio, muy molesto acústicamente simboliza fielmente como entienden los suizos la gestión de sus recursos naturales que podíamos resumir en una sóla palabra "invasiva" en la que prima la máxima explotación económica.



 Lo mejor del día, del paseo, llega cuando nos reunimos los 6 humanos y los dos perros en el apartamento del "Equipo Cora" para cenar.   Poco a poco nos vamos conociendo los nuevos y la confianza va creciendo alrededor de la cena común con productos Made in Spain.


El miércoles 18 de agosto nos ponemos serios.  Durante la cena de la noche anterior evaluamos diferentes posibilidades y finalmente elegimos la más motivadora para Gema y para mi, la ascensión al Refugio Hörnli del Cervino que en su vertiente Suiza es conocido como Matterhorn.

No estamos fuertes ni medio en forma, así que medimos bien nuestras fuerzas y de acuerdo con el resto del grupo decidimos subir en teleférico a la estación de Schwarzsee.  Desde allí, en cuatro kilómetros y salvando 700 metros de desnivel nos plantaríamos en la puerta del refugio.

Se trata de reservar todas las fuerzas posibles para la ascensión, así que nos sumamos al Taxi-Renault Traffic que nos lleva a todo el grupo hasta Zermatt. Los precios de estos transportes son negociables y los perros no pagan, cuanta más gente vaya más se puede rebajar el precio por persona.  En este caso la ida y la vuelta nos sale a 13,5€ por cabeza.

En el Taxi (Renault Traffic) a Zermatt

La segunda claudicación, obligada por el estado de forma, fue el utilizar el teleférico. Al menos los perros no pagan. El billete de ida y vuelta nos cuesta 57€ por persona.

Teleférico Zermatt-Schwarzsee

Pepa ha vivido muchas más experiencias que la mayoría de los perros pero entre ellas no estaba el subirse a un teleférico. Visto el desnivel y el increíble patio, para ella debe ser casi volar. Así que la subo a mi regazo mientras noto su corazón agitado. Pepa sabe perfectamente que puede confiar plenamente en nosotros, pero una mano familiar en el lomo seguro que la ayuda a llevarlo mejor.

Pepa impresionada en el teleférico rumbo a Schwarzsee

Almudena, Mariano, y Rosi no subirán con nosotros al refugio, se quedarán en las inmediaciones de la estación.  La verdad es que el entorno es espectacular, con un maravilloso lago glaciar y unas vistas alpinas que quitan el sentido.

Pepa no nos acompaña tampoco; no nos lo planteamos. Aunque aún le quedan momentos montañeros memorables por vivir, no es este el terreno  ni el momento.   Almudena y Rosi asumen la tutela hasta nuestro regreso. Se queda bien acompañada, especialmente por su colega Cora.

Antonio camina seguido de Gema y Gema de mí. La carrera que nos ha traido a todos hasta aquí, pero que sólo corre él, es el 20 de agostos y se lo toma como un "soltar piernas". Nosotros, sin embargo, llevamos todo el desarrollo metido, pero no flaqueamos ni flaquearemos durante la subida. 

Llevamos 1,4 kilómetros, apenas media hora andando, cuando a la altura de la estación de teleférico de Hirli el Cervino, perdón, el Matterhorn, se nos muestra en todo su explendor.


Antonio señala a Gema la situación del refugio Horli en el Matterhorn

Como es el típico lugar donde los índices aprietan compulsivamente los disparadores de las cámaras, pedimos a unos senderistas que nos hagan otra foto, esta vez salimos los tres.

Flanqueado por Antonio y Gema la cámara de mi motorola G4 congela el momento para siempre.

Otra más... no digáis que no es una montaña bonita.  Nuestra amiga Almudena dice que es su favorita y se la ha tatuado. Yo no llego a tanto, pero es cierto que es de las más bonitas que he tenido la suerte de ver con mis propios ojos.


Una hora y veinte minutos más tarde desde Horli, o lo que es lo mismo en nuestro caso, una hora y cincuenta minutos desde Schwarzsee, por fin  llegamos al refugio Hönrli. La parte del sendero que va sobre el Matterhorn (Cervino) es más empinada, con numerosos escalones de roca. Aunque hemos subido a ritmo unos minutos atrás nos habíamos descolgado de Antonio.  La diferencia de paso es demasiada. Nos reecontramos en las escaleras del Refu.  

Escaleras de acceso al Hörnli Hut

El momento se merece una cerveza bien fría que pagamos con gusto.  Sabemos que estos son los gestos que a Antonio le ensanchan el corazón.


No nos entretenemos mucho, las cervezas Calandas, nacionales de suiza, entran fácil y más si es acompañada de una bolsa de frutos secos que se saca Antonio de la chistera.

Antonio presume con razón de ser un corredor rápido en las bajadas técnicas. Cometemos el error de intentar jugar a su juego. Los escalones del camino matan mis cuádriceps de ciclista mierder.  Las piernas se me convierten en madera y a cada paso flaquean y duelen.

Dejado atrás el Matterhorn el desnivel se suaviza y retomo un poco el ritmo, pero voy mal.  Recomendamos a Antonio que baje él a su ritmo para no hacerlo más difícil para todos.

Pasito a pasito al final todos llegamos a Schwarzsee. Como dije antes, las vistas son espectaculares.  Mientras comemos y recuperamos fuerzas nos entretenemos viendo como algunos intrépidos prueban el baño en las gélidas aguas del lago glaciar.


Moñeamos un poco o quizás un mucho, no lo sé. El caso es que cuando alguien pregunta por la hora resulta que nos quedan diez minutos para coger el último teleférico a Zermatt.  Activamos el código rojo y nos ponemos en pie como un resorte.  Somos un grupo bastante lejos del ideal físico: Almudena y Mariano tienen las rodillas jodidas, Pepa y Cora son casi "octogenarias al cambio" y, de los que quedan, sólo Antonio y quizás Gema tendrían fuerzas y ánimo para bajar andando.

Llegamos a la cola del teleférico con menos de 5 minutos de margen gracias a nuestro agónico espabilamiento.

Por causas de la densidad humana, nos dividen en dos cabinas diferentes.  Por suerte nos toca con Almudena,  otra pareja con perro y un técnico de la estación.   Se producen varias detenciones en el trayecto. Las últimas parecen salirse de lo normal.   El técnico que va en nuestra cabina empieza a repartir instrucciones por walkie talkie. Cuando llevamos colgados media hora el servicio se reanuda desatando el nudo que se me había empezado a formar en el estómago.


El día, como los venideros,  acaba con otra magnífica cena en común. Pepa ha añadido a la rutina la cama de Almudena a la que se acopla después de dar buena cuenta de su lata de comida húmeda. 

Día de descanso

El jueves 19 de agosto decidimos descansar. Llevábamos tralla acumulada y necesitábamos un día de relax, intendencia y planificación.

Estos son los en los que usando usando una fábula que no viene al caso defino como de "afilar el hacha". 

Desayunamos largo y tendido, en uno de esos  escasos momentos en los que a Gema y a mí nos encanta dilatar el tiempo y saborear el momento. En otras palabras, moñear. 


Nos duchamos y hacemos uso de la lavandería. Damos un paseo tranquilo por el sendero que recorre la margen izquierda del río y nos apuntamos mentalmente un aparcamiento a un par de kilómetros donde quizás podría pernoctarse legalmente.  A la altura de un campo de golf el sendero se difumina y damos la vuelta.
Aparcamiento muy cerquita de Täsch donde creemos
que sería posible pernoctar

Tarifas del susodicho aparcamiento. 


Una vez en el camping y haciendo uso de la Wifi investigamos posibilidades para cuando "El equipo Cora" ponga fin a su devenir suizo.  Nos apuntamos dos: una cultural, la visita a Berna, al parecer la ciudad más bonita de este país, y otra más en nuestro rollo, la visita a Grindelwald en el distrito de Interlaken-Oberhasli donde nos aguarda el Eiger, una de las cimas míticas del alpinismo.

Tengo que reconocer que si bien la historia del Eiger no me es desconocida, no me había parado a pensar que estaba aquí y que podía ser uno de los objetivos del viaje.  Salir a la carrera sin planificar nada no es la mejor política para exprimir los viajes a fondo. Esta es una piedra con la que tropezaríamos más de una vez en este viaje.

Carrera Matterhon Ultraks y ascensión a Schwarzsee. 

Por fin llegó el día 20 y con él, el evento que de una manera u otra nos había reunido a todos en Suiza.  La carrera para la que Antonio se había estado preparando y que con tanta ilusión llevaba planificando desde hacía un año.

Foto tomada a las 7:17 de la mañana cuando ya subíamos a Zermatt. El arreón matutino nos acabó beneficiando a todos.


En un año de pandemia donde tantas cosas se han ido al garete, haber planificado la participación en prueba, que llegue el día y estés en la salida de la "Extreme", con tu dorsal y rodeado de amigos, no es cosa pequeña.

Antonio en los primeros metros de la prueba.


Por nuestra parte, además de empujar con ánimos a Antonio en la salida y recibirlo en la entrada en meta, se nos habría una ventana de tiempo que queríamos aprovechar.

Nos apetece mucho quitarnos la espinita por el uso del teleférico y, si bien no tenemos piernas para ascender hasta el Refugio Horli Hut y descender de vuelta a Zermat, si que nos veíamos fuertes para subir hasta la estación desde donde partimos en nuestro primer trekkin al Cervino/Materhorn. 


Dejamos a Pepa en la compañía de Almudena, Rosi, Mariano y su prima Cora y aprovechando el tirón mañanero nos dispusimos a afrontar la subida.

Nos ponemos en marcha exactamente a las 8:14 y pasito a pasito salvamos los 1000 metros de desnivel y los 6 kilómetros que nos separaban de Schwarzee

Punto de partida de la excursión a Schwarzee. Contadores a Cero.

Aunque nuestro estado de forma no era el mejor, se nota la aclimatación y la actividad de los días previos, pero lo que de verdad ayuda a progresar era el entorno tan sumamente espectacular en el que estábamos

Alto en el camino para emborracharse de belleza

En la siguiente foto, ya muy cerca de Schwarzsee, puede verse abajo a mi izquierda el desnivel que hemos salvado desde Zermatt.



Y en esta otra que hago a Gema desde el mismo punto, la estación de Schwarzsee, el restaurante y el majestuoso Matterhorn-Cervino.

Todo lo que ven mis ojos y sienten el resto de mis sentidos, es Rock and Roll.

Por fin llegamos a nuestro destino, nos hacemos la foto de rigor y la felicidad nos invade.  Somos almas sencillas disfrutando del cuerpo que habitamos y el entorno que contemplamos.

Las fotos de mi motorola G4 son muy mejorables, pero en la instantánea captada aquí sabe recoger perfectamente todas las emociones del momento.

En el mirador que elegimos para avituallarnos con nuestra tradicional "Ensaladísima de Isabel" hay unas fotos a tamaño real de montañeras que fueron primeras en alguna modalidad de ascensión al Cervino. Entre ellas nos llama la atención la de María José Von Belgiem, que al menos en la foto, guarda un asombroso parecido con Gema.

Gema con su "clon" María José Von Belgiem, que fue la primera princesa en hoyar la cumbre del Cervino en 1941

De vuelta a Zermatt,tras una actividad en la que recorrimos 13 kms, ascendimos 1019 metros y empleamos un total de 4 horas y media con parada para comer incluida, estamos listos para recibir a Antonio.

Cuando tomamos la foto que sigue a estas letras, a tan solo una veintena de metros de la meta,  la "bestia parda" había completado 24 kms salvando un desnivel de 2800 metros. Así que no tengáis en cuenta su cara de estar a punto de morir.


Esa noche nos volvimos a reunir para la cena de rigor. Última juntos en este periplo Suizo.  Mañana Mariano y Rosi parten rumbo al Lago Como en Italia, Almudena, Antonio y Cora rumbo a casa y nosotros levantaremos el campamento para nuestra segunda etapa en Suiza.


Cuando se junta gente que no se conoce, siempre es una apuesta que puede ser arriesgada.  No fue el caso: el ambiente fue siempre de lo mejor, todo el mundo hizo por agradar, facilitar el buen rollo y el logro de los objetivos de cada cual.  La apuesta salió rotundamente bien.


y aunque la foto que sigue no ganaría precisamente un premio por su calidad, si que registra un momento feliz de nuestras vidas en la que todos teníamos algo que celebrar y compartir.


Grindelwald-Eiger


El 22 de agosto levantamos el campamento y, abordo de Paloma, pusimos rumbo a Grindelwald.

Si tienes buen ojo te habrás dado cuenta de que hay un desfase en las fechas de esta narración, es cierto: ha pasado tanto tiempo desde que lo vivido se ha puesto negro sobre blanco que me han bailado algunos días. A estás alturas de la película mejor dejar sin tocar lo que está esencialmente bien contado, a arriesgarme a dejar esta historia inconclusa.

Como se ha ido diciendo, para orientarnos en Suiza (o en cualquier otro lugar sin cobertura de datos) utilizamos la aplicación Maps.me. Cada vez que hablo de ella me viene a la mente un cruce de caminos en Nepal donde una de las españolas con las que hicimos "grupeta" nos sacó de dudas con esta aplicación. Corría el año 2015,  y aquel fue un pedazo de viaje.

El caso es que utilizando la WiFi del camping habíamos situado Grindelwald en el mapa y no parecía demasiado complicado llegar hasta allí.  Lo que no nos cuadra mucho, era la relación entre distancia y tiempo que nos da la aplicación. Menos aún cuando ya en pleno desplazamiento y, a pesar de las carreteras suizas,  vamos devorando los kilómetros a buen ritmo. 

Lo que nosotros esperábamos era atravesar, en algún  momento, un puerto de montaña que ralentizase nuestro avance y justificase la previsión horaria, casi lo deseábamos. La realidad es que nuestro avance fue parado en seco al vernos metidos de buenas a primeras, en un atascazo del copón.

Poco a poco vamos avanzando y entran en nuestro  alcance visual los carteles de "Kasse".  No entendemos nada ¿Peajes en Suiza? ¿No era suficiente con la compra de la viñeta?

Estamos muy atrás en la cola y no tenemos visión de lo que está pasando por delante. Me estoy meando como un oso y el cerebro no sabe a que atender antes, si a liberar la vejiga meando en medio de todo aquello o al asunto de esclarecer porque estamos todos allí parados.
 

No me decido a mear. Suiza es un país que te pone difícil resolver asuntos básicos como este.   

Por fin avanzamos lo suficiente como para entender lo que está pasando. Las "Kasses" son cajas sí, pero no de un peaje convencional sino de venta de billetes para cargar los coches en el tren que  se ve bajo estas líneas.



No tenemos posibilidad de dar la vuelta, no tenemos posibilidad de buscar alternativas, sólo podemos avanzar en procesión, pagar y dejar que el destino nos llevase a donde tuviese que llevarnos.

Somos tantos coches que el tren no puede llevarnos a todos a la vez. Así, que cuando el tren parte cargado hasta los topes y nosotros nos quedamos a las puertas, empieza la auténtica cuenta atrás en la que o encuentro un sitio para vaciar la vejiga o voy a acabar meando donde me pille.

Mis ojos captan, casi como un espejismo, una cafetería que debe dar servicio a los conductores en su espera para coger el tren, al personal de las "Kasses" y a los del servicio ferroviario. No me lo pienso, me tiro de la furgo y salgo corriendo en busca del water.   Gema me observa ojiplática corriendo entre los coches camino del paraíso en forma de WC.

Mi acción obtiene el éxito deseado y cuando regreso a la furgo veo que he creado tendencia y que una horda de conductores meones avanza hacia la posición que yo acabo de abandonar.



Viajar en Paloma abordo de un tren resulta emocionante.  Eso de ver por la ventanilla como avanzas pudiendo abandonar el volante y moverte por dentro de la furgo, tumbarte en la cama o hacer el gilipollas de cualquier manera que se te ocurra, nos parece lo más. Al final,  tanto Gema como yo coincidimos en dar por bueno el dinero pagado en esta "experiencia local"

En Grindelwald hay dos campings: por un lado el camping Eigernordwand que es el chachi y por otro el camping Holdrio que juega un par de ligas por detrás, el cutre, vamos.

Si algo adoro de Internet son los comentarios de la gente sobre productos y lugares.  La experiencia previa de otras personas que ahora tenemos al alcance de unos pocos clicks, es el mejor arma para minimizar malas experiencias.

Dentro de los comentarios del camping Eigernordwand están algunos que hacen referencia a que no se permite la estancia con perros y, por otro, en los correspondientes al Holdrio, encontrámos lo contrario, no sólo que se admiten mascotas,  sino que además son más que bienvenidas.

Podríamos decir después de nuestra experiencia allí, que Pepa fue vista con mejores ojos que el resto de su familia humana.

Vista del camping Eigernordwand (Y de Grindelwald) desde el camping Holdrio

Llegar al camping Eigernordwand (y a su cartel con el prohibido perros)  fue facilísimo, ahora bien, dar con la manera de llegar al Holdrio ya fue otra historia. Para empezar el GPS se hacía un lío y trataba de llevarnos por pistas que acababan convirtiéndose en senderos.  Sudamos lo nuestro para deshacer los entuertos en los que nos íbamos metiendo.  

Una señora local nos observa maniobrar desde su casa  con ojos de estupefacción.  Falta poco para que cuando nos bajamos para pedirle auxilio nos cierre la puerta en las narices, trancase las ventanas y cerrase las persianas para no mezclarse con tipos como nosotros.  Finalmente entra en razón, sólo somos turistas perdidos y desesperados tratando de llegar al camping de los cojones.

La señora sólo habla alemán, nosotros chapurreamos inglés, todos acabamos poniendo sonrisa profident y asintiéndonos mutuamente. Fue arrancar en la dirección que mostraba su índice y constatar que no nos habíamos enterado de nada.

Finalmente dimos con la manera de llegar.  Si os interesa saber como,  recuerdo  que la clave está en atravesar la explanada de la estación de tren y seguir por la carretera que nace desde ella.


El que manda en el camping es un tipo vestido de cowboy con un carácter algo hosco. El precio del camping son 45€ euros la noche y no tiene servicio de WiFi. Son 5€ más que el Alphaubel con unas instalaciones mucho más precarias. Aquí, además, se paga por adelantado... o nos hacen pagar a nosotros por adelantado, eso no lo sabremos nunca, pero lo sospechamos.

Como servicios, además de la cafetería, sólo hay dos baños, dos o tres duchas y un pequeño office para lavar los platos y poner lavadoras y secadoras.  Aún así no tuvimos que esperar nunca para tomar una ducha ni para usar el baño. El office sí se cotiza caro y más de un paseo tuvimos que darnos para lograr fregar lo cacharros de la cena.

Otra hándicap a reseñar es que está en cuesta. No es un problema gordo,  pues el  cowboy tiene a disposición de quien lo necesite,  cuñas de madera con las que calzamos y nivelamos  a Paloma lo suficiente como para estar cómodos

Pero el Holdrio tiene muchas cosas buenas en su haber:  para empezar todo está limpio y siempre se mantiene así. Tenemos una vista increíble del Eiger (cuando despeja el cielo). Los autobuses a Grindelwald son gratuitos y Pepa puede cogerlos sin problema.  Además coincidimos con otro perro, es del inquilino de la tienda de campaña roja que puedes ver un par de párrafos más arriba.  Ese perro deambula sin correa por la zona de acampada bajo la total tranquilidad de su propietario y la displicencia del dueño del camping.  Hacemos lo mismo con Pepa y nuestra percepción del Holdrio da un giro de 180º.  Para concluir la exposición de virtudes de este camping, la ruta senderista que haremos al día siguiente y que no podré olvidar jamás, parte desde allí mismo.


Al final el Holdrio es un lugar con mucha personalidad, que nos da exactamente lo  que queremos, en el que estuvimos la mar de a gusto y al que volveríamos sin dudarlo si es que volvemos a dejarnos caer por este rincón del mundo.

No perdemos el tiempo. Una vez instalados, subimos hasta la entrada del camping y tomamos el autobús que nos deja en el centro de Grindelwald.

Pepa en el autobús que nos lleva al centro de Grindelwald

Grindelwald es una localidad muy pequeña, al menos su cogollo urbano. El centro del que hablamos, donde te deja el autobús,   no es más que una calle comercial.  

Lo bueno es que tiene oficina de turismo y allí nos facilitan mapas de posibles trekkings y podemos conectarnos a su WiFi desde donde damos señales de vida a la familia.

Plaza donde paran los autobuses. Anexo a ella, está la oficina de turismo y un campo de hockey sobre hielo

Trekking del Eiger


Este capítulo de nuestras vacaciones, merecería por méritos propios una entrada específica.  Sin embargo  por no romper la unidad narrativa del viaje lo mantendré dentro de la narración que estás leyendo.

El 23 de agosto nos levantamos a las 8 de la mañana  con un cielo muy nuboso, con el Eiger aún cubierto de nubes y sabiendo que queríamos hacer el trekking del Eiger pero no desde donde. 

Nuestra primera idea era coger el autobús hasta la estación de tren Grindelwald Grund y desde allí tomar un funicular que nos subiese hasta la estación de Alpiglen e iniciar el trekking del Eiger hasta  su final en la estación de Eigergletscher, desde allí seguir andando hasta la estación de Kleine Scheidegg y, depende de como viéramos a Pepa,o tomar el tren de vuelta a Grindelwald o bajar andando hasta Alpiglen  por otro sendero-pista.  

En este punto es necesario mencionar otra app, Wikiloc y a su usuario "Buscando Pastos" del que copiamos la idea.

Sin embargo, al llegar a la parada del autobús en la puerta del hotel Aspen (junto a la entrada del camping) reparamos en un cartel que señaliza el itinerario a Kleine Scheidegg, al que atribuye una duración estimada de 3 horas.


Son las 9:49 de la mañana y aunque en puridad la hora no es nada montañera, el tiempo está fresco y el sol permanece bien tapado por nubes bajas que en ocasiones tornan en ligera niebla.  Condiciones ideales para andar, especialmente para Pepa que lleva muy mal cuando el termómetro sube de los 20º.

Optamos por improvisar y arrancamos andando tomando el camino a Kleine Scheidegg. Al fin y al cabo "el Trekking del Eiger" es sólo la denominación de un sendero.  Todos estos caminos presididos por el "Ogro" podrían denominarse así.

Durante la ruta, como no podía ser de otro modo, prestaremos mucha atención a Pepa: al menor síntoma de flaqueza replantearemos la actividad.  El único objetivo innegociable es dar un paseo montañero en el que los tres disfrutemos.


La subida arranca fuerte, 9 minutos más tarde paramos en este mirador a quitarnos los forros polares.  Nuestro ritmo cardíaco acelerado es más que suficiente para mantenernos calientes.



El camino está señalizado en su mayor parte, y al principio va ascendiendo por pista asfaltada entre casas cada vez más dispersas. En un momento dado tomamos un atajo, pero luego dudamos y Gema tiene que recular para confirmar que el cartel de turno indica que estamos en la buena dirección.  


En este punto ya tenemos a la vista la estación de Kleine Scheidegg. El directorio dice que estamos a tan sólo 45 minutos de completar la ascensión. Pepa parece rejuvenecida y alegre. De momento todo va muy bien.

Poco a poco las nubes van levantando pero la vista del Eiger se nos resiste todavía.  No tenemos prisa, las nubes juegan a favor de Pepa y sabemos que tarde o temprano nos llevaremos su imágen en la retina.

Los Alpes Berneses son de una belleza magistral.

Por fin llegamos al complejo de Kleine Scheidegg. Hasta aquí llega el tren, el teleférico, hay un hotel, restaurantes, tiendas y toda la parafernalia que los suizos gustan de desplegar.  


Kleine Scheidegg

Tomamos esta foto a las 12:38.  Hemos tardado en subir 2 horas y 49 minutos. Es momento de parar a recargar las baterías y deliverar sobre nuestros siguientes pasos. 

Kleine Scheidegg

A pesar de la excesiva huella humana, el lugar sigue siendo de una belleza arrolladora

Probablemente la montaña más grande que se ve al fondo, sea el Monch o el Jungfrau... pero no lo  contrastamos 

En una terracita donde daba el sol, hicimos la parada para avituallarnos y determinar el futuro de nuestros pasos.

Con la clásica ensaladísima de Isabel y la consiguiente ración de pienso en los estómagos, recapitulamos: Pepa está bien y nosotros también.  Quizás sea esta nuestra última gran aventura alpina juntos, quizás no.  En toda la jornada tenemos este asunto muy presente y disfrutamos, conscientes de ello, cada metro,  cada paso y  cada minuto. Decidimos seguir.

Desde Kleine Scheidegg tomamos el trekking del Eiger, marcado al principio con una especie de dólmenes de madera. 

Hoy es uno de esos  días en los que somos conscientes a tiempo presente de estar viviendo lo que pronto se convertirá en uno de esos recuerdos que marcarán un determinado año, edad, época... vida.



El "trail del Eiger" nos lleva dirección a la estación de tren del Glaciar del Eiger o Eigergletscher a la que nos hace dar un rodeo por detrás hasta montarnos sobre  lo que parece ser parte de la morrena del glaciar.  

No tengo fotos de esa parte de la ruta, pero creedme si os digo que es mágica.  Hay algo de niebla, estamos prácticamente solos, y las únicas otras dos personas que caminan unos 50 metros por delante, disfrutan en silencio de lo mismo que nosotros.  Al cruzarnos, nos saludan con una sonrisa, sobre todo dedicada a Pepa, y nos señalan un grupo de cabras montesas desplazándose por la pared del Eiger.  

Pepa está con las orejas tiesas, pero salvo algún amago de arrancarse, decide finalmente no malgastar fuerzas, hace bien, aún queda trecho.  Debe ser una decisión muy consciente. Si la pudiésemos preguntar cuales han sido las cosas que más ha disfrutado hacer en su vida, una de ellas sería sin duda, la de "ordenar cabras" en el monte.  


La ruta, después del rodeo,  nos devuelve  a la estación tanto ferroviaria como de teleférico de Eigergletcher, que parece estar siendo sometida a obras de rehabilitación.  

El invierno se acerca y esto no deja de ser un centro de operaciones de deportes de invierno.


Cuando terminamos de rodear el edificio tenemos por fin al alcance de nuestras manos la cara Norte del Eiger, el llamado "último problema de los Alpes" y con ella, las primeras huellas del paso de escaladores.

El primer indicio es en realidad algo tan explícito como un cartel señalizando el inicio de una vía ferrata "Klettersteig" con el curioso nombre de  "Rotstock" (Podredumbre), seguido de otro  que señaliza el Trail del Eiger y la estación de Alpiglen,  y  un tercero, donde se prohíbe el descenso en bici.


El segundo indicio y ya concluyente, es que allí donde, en la foto bajo este párrafo, se ve a un operario vestido de naranja, tenemos un auténtico pie de vía desde donde parten varias líneas de anclajes químicos.


Pero no sólo se trata de un pie de vía, aquí las "huellas del paso de escaladores" son literales, ya que este lugar es también aprovechado para dar homenaje con la forma de las huellas de sus manos,  a algunos de los ilustres montañeros que se enfrentaron a las difíciles y míticas paredes de la Norte del Eiger.  

Seleccionamos entre ellos al suizo Ueli Steck falledido en 2017 en el intento de una escalada en solitario al Nuptse allá en los Himalayas.  


Y si bien  Ueli se forjó como alpinista de élite en multitud de ascensiones en estas paredes  del Eiger, aquí mismo, bajo estas líneas podeis verme a mi, curtido en las  paredes Velloneras,  Patoneras y Pedriceras hacer un poco el ganso mientras Gema se lía con el disparador de la cámara.


Para un lector no avisado,  la foto que va a continuación, en la que se ve a Gema sentada con las paredes del Eiger al fondo, podría ser una foto más en un punto del trayecto, pero no amigos, esta es la "zona cero" de la historia de la conquista de la Norte del Eiger. Historia que comienza oficialmente en  1934 cuando Willy Beck, Kurt Löwinger y Georg Löwinger,  ascendieron sus primeros 2900 metros.

Desde entonces otras muchas cordadas lo intentaron y a medida que se  fueron conquistando metros en las paredes del Ogro y éste se iba cobrando su precio,  se fue generando una toponimia que ha quedado marcada a fuego en los libros, la historia y la memoria de toda persona que se haya interesado alguna vez por el Alpinismo.

Así tenemos "El Vivac de la Muerte", a 3300 metros, punto final para Karl Mehringuer y Max Sedlmeyer, la "Travesía Hinterstoisser" superada por primera vez a costa del mismo precio por  Andreas Hinterstoisser, Toni Kurz, Willy Angerer y Edi Rainer.

Fueron muchos más los intentos y las vidas cobradas  hasta que el 24 de julio de 1938, Heckmair, Vörg, Harrer y Kasparek pusieron su pie en la cima a 3970 metros sobre el suelo, en la denominada "Vía 1938" o más comunmente conocida como "Vía Heckmair".

 

Ayudados por el croquis plantado en el cartel junto al banco de Gema, pasamos un buen rato situando visualmente la vía y sus puntos clave sobre la pared. 

Interiormente me pregunto si esos chicos que perdieron aquí sus vidas volverían a intentarlo de tener otra oportunidad, cuales serían sus motivaciones, si realmente creían que serían capaces de escapar del Ogro con vida o si eran conscientes de que se embarcaban en un cara o cruz vital.

Estamos prestando tanta atención al Eiger  que quizás, complacido, decide premiar tanta consideración sacudiéndose gran parte de las nubes que lo cubren y a falta de una visión despejada de la cima, tenemos a la vista lo que hemos venido a ver. 

El Ogro come alpinistas no se esconde bajo una piel de cordero. Acojona sin más.

Pared Norte del Eiger con la cima cubierta por nubes

Volviendo a nuestra realidad, en este punto Pepa empieza a dar síntomas inequívocos de agotamiento y, aunque venidos arriba como estábamos, se nos había pasado por la cabeza cerrar el círculo del treking bajando hasta Grindelwald Grund y en definitiva volviendo por nuestros pies al Camping Holdrio, barremos de nuestras cabezas tal posibilidad, devolvemos los pies a la tierra y nos centramos en acabar la ruta tomando el tren en la estación de Alpliglen.


Pasito a pasito vamos recorriendo el trail,  este punto, el del chorro nos obliga a detenernos otra vez y de paso damos cinco minutos de descanso a Pepa.  

El lugar es mucho más espectacular de lo que recoge la foto.  Lo verdaderamente llamativo  es la fuerza con la que rebota el agua y el agujero que el flujo ha excavado en la roca.


Son aproximadamente las 15:30 cuando llegamos a la bifurcación que divide el camino en el ramal que va a Alpiglen y el que sigue hasta Grindelwald.  Pepa está ya que no puede más y nosotros estamos seriamente preocupados.

El cartel que señala la bifurcación contiene un aviso que indica que uno de los ramales no es apto para perros por incluir un paso mediante una escalera de mano. 

En ese momento entendemos que se refiere al camino hacia Alpiglen y se nos cae el alma a los pies.  Pasar de 20 minutos a 2 horas y media de trayecto es algo inasumible para Pepa. 

Ya estábamos pensando en como distribuir las cosas para dejar una de las mochilas vacía y tratar de meter a Pepa en ella cuando unos senderistas nos sacan nuestro error: la escalera está en el trayecto hacia Bonera-Grindelwald, no hacia Alpiglen.  

Tenemos el camino despejado, sólo se trata de recorrerlo.



No mucho más tarde tenemos la estación de Alpiglen ante los ojos y nos inunda la alegría.  He tenido que pasar algunos tramos con Pepa en brazos y a la peluda no le llamamos "gordita" de coña.




Lo hemos conseguido "in extremis"  Pepa se despanzurra en el andén y nosotros respiramos alivados


La subimos al tren y la buscamos un sitio al abrigo de cualquier pisotón involuntario. La perra no mueve ni una ceja hasta llegar a Grindelwald Grund. La hemos llevado al límite del límite, pero por suerte, no lo hemos traspasado.

Pepa en el funicular a Grindelwald Grund

Una vez en Grindelwald Grund, tomamos el autobús que nos devuelve al camping.  Ojo que no es fácil ver donde tomarlo. 

Como no vimos parada,  pensamos que había que ir hasta la estación de autobuses que está a 5 minutos andando y, hasta allí fuimos, pero el hecho que luego pudimos comprobar, es que para justo enfrente de la estación de tren.
Vista del camping Holdrio desde la estación de Grindelwald Grund

Por fin a las 17:10 del 23 de agosto con la llegada al camping,  pudimos dar por terminado el trekking, aunque sin saberlo, aun nos faltaba la traca final del día.


El "Ogro" quiso regalarnos la última imagen del día quitándose poco a poco el velo.

Al principio insinuándose un poco


Luego ya de forma más explícita


Y finalmente pudimos verle la cara y todas sus formas al completo.  Broche perfecto para un día perfecto en la vida de los tres.

Eiger. Cara Norte

Epílogo

Finalizada nuestra visita al Eiger, ya poco nos quedaba por hacer en esta primera visita a Suiza.  Hasta la fecha nos llevamos la experiencia de conocer de primera mano los entornos y alguno de los senderos más emblemáticos del Cervino y el Eiger. Pero sin la visita a una gran ciudad se nos quedaba la cosa coja, así que decidimos poner el broche de oro visitando la que parece ser la más bonita y a la sazón capital de este país, Berna.

La extraña idiosincrasia suiza respecto al automóvil así como nuestra endémica falta de planificación y el no disponer de Internet para podernos anticipar o reaccionar sobre la marcha,  nos supone la frustración de llegar hasta allí y no ser capaces de encontrar un aparcamiento en el que poder dejar la furgoneta más allá de una hora. 

Ni siquiera preguntando a los locales fuimos capaces de sacar nada en claro. Así que, con el rabo entre las piernas y algo enfadados,  nos marchamos de allí poniendo rumbo a Cantabria dispuestos a disfrutar del tramo final de nuestras vacaciones en tierras españolas.

Una vez más,  la falta de planificación  nos hace cometer el error, muy caro además, de elegir en el GPS la ruta  más rápida a nuestro destino en el Valle del Saja,  la que atraviesa Francia de Este a Oeste y entra en España por el País Vasco.

No tengo ni idea de lo que pagamos en peajes, ni el número de ellos que tuvimos que sufrir,  pero fue una cantidad indecente y exagerada de dinero y de tiempo perdido. 

Bien aprendidas y grabadas a fuego nos dos cosas con respecto a las autovías francesas: la primera es, que  teniendo como destino en España, lo principal es salir de allí lo antes posible y  ya en España tomar la ruta que corresponda.  

La segunda es, que cobrando los precios que cobran por circular,  no me extraña que sus áreas de descanso sean tan lujosas; como para no serlo.   Puestos a elegir, prefiero (aunque sea crítico con ellas) los eriales-vertederos de los que disponemos en España.  Al fin y al cabo está en cada cual parar en una gasolinera hacer uso del baño o tomarse algo... mucho más barato sale, aunque te tomes en cada parada una ración de jamón de Jabugo.

Esta entrada acaba aquí.  El resto tiene mucho más que ver con la prueba de los Diez Mil del Soplao en sus versiones a pie y en bici de montaña, así que ya iré haciendo referencia a ella, bien en una entrada específica o haciendo cuando se toque el tema en una entrada dedicada a la prueba.