jueves, 28 de junio de 2018

Escalando en Tailandia 2017. Regreso a la Península de Phra Nang (Parte V: Lopburi


Mientras el bote de cola larga navega dejando atrás la playa de Tonsai, cerramos el capítulo principal de nuestras vacaciones tailandesas, pero no esta todo dicho aún.




Krabi, es la localidad con los semáforos más frikis del mundo y también el lugar al que nos dirigimos tras desembarcar en el muelle de Ao Nang. Se trata de una ciudad pequeña y tranquila, con poca presencia de turistas y un ritmo de vida 100% tailandés. Buen lugar para hacer tiempo antes de coger el avión que nos devolverá a Bangkok.

Bitácora Vertical
Semáforo de Krabi
Llegados a Bangkok, al aeropuerto Don Muang, elegimos para dormir un hotel cercano, el BNR Resorts posicionándonos geográficamente de manera estratégica para el domingo, porque tenemos el plan de ir a la "guerra" de Chatuchack, el mercadillo de fin de semana  más grande del mundo, y abandonar esa misma tarde la ciudad para ir a conocer Lopburi  nuestra última parada en Tailandia.

El taxi desde el aeropuerto al hotel nos cuesta 120 bath incluyendo los 50 de tasa del aeropuerto. El servicio se contrata en el área de Taxis de la terminal con precios cerrados que imposibilitan la picaresca.  Nosotros añadimos a la tarifa 20 bath de propina para el conductor como gesto para agradecer su amabilidad y la carrera tan corta que le tocó en suerte.

Por continuar añadiendo datos que puedan ser de interés para futuros viajeros, desde el hostal, muy recomendable para una noche (600 bath la habitación) hasta el aeropuerto Don Muang, al que hay que volver para coger el autobús que lleva a Mo Chit 2, pagamos por el transporte colectivo en pickup roja 14 bath por los dos. Una vez en el aeropuerto, una de las pasajeras nos echa un cable a lo tailandés, guiándonos a través de los pasillos y corredores de una especie de hotel dentro del propio aeropuerto Don Muang, hasta el punto exacto desde donde sale el autobús A1, que por 30 bath por cabeza y tras recorrer unos 15 kilómetros, te lleva hasta la estación de autobuses de Mo chit 2 muy cercana a Chatuchack y desde donde sale entre otros el mini bus a Lopburi..

En Mo Chit 2 compramos un tercer billete para Lopburi, y es que habíamos anticipado la compra de dos a través de la web de 12Go Asia, pero caímos más tarde en que dado el volumen de nuestras mochilas y no teniendo los minibuses compartimento de equipajes, lo normal es que nos hicieran pagar por un asiento más. La jugada nos sale bien porque una vez en la taquilla se ofrecen a custodiarnos el equipaje hasta la hora de la salida sin coste adicional, una muestra más de la amabilidad tailandesa.

Solucionado el tema de los billetes y despojados de los mochilones, ya solo queda llegar a Chatuchack, para lo cual recorremos la distancia que nos separa andando. Esta decisión resultó ser un error, pues está mucho más lejos de lo que parece y no tiene sentido llegar agotados a disfrutar de nuestro gran objetivo del día.  Recomiendo encarecidamente llegar a Chatuchack en bus, si es que lo hay, en taxi o en tuk tuk y no hacer la tontería que hicimos nosotros.

Chatuchack: parada técnica para rehidratación urgente.
Chatuchack

Puede que tu rollo no sean las compras, puede que odies el regateo y puede que seas la persona que más odies lo material. Da igual, no hay excusa que valga: si estás en Bangkok durante el fin de semana y no vas desnudo por la calle, no puedes perderte  la visita a Chatuchack. La madre de todos los mercadillos tailandeses, el Rastro de los Rastros.

Nosotros tenemos señalada esta visita como una de las imprescindibles, porque aprendimos de nuestra anterior salto a Tailandia que es el lugar perfecto para comprar regalos a la familia y amigos cercanos, y también, gran parte de la ropa que usaremos durante el próximo par de años ya sean camisetas, sudaderas, calcetines, gayumbos, chanclas, crooks, bañadores...  Lo que quieras en textil, lo que quieras para tu mascota, lo que quieras en artesanía, menaje... cualquier cosa que pase por tu imaginación, si se vende en Tailandia estará allí, en una de sus 15.000 tiendas o en alguno de los puestos desmontables que rodean el área del mercado.

Chatuchak tiene también una zona de restauración de muy buena calidad y a precios súper asequibles, el mejor pollo frito tailandés, uno de mis platos Tais favoritos, lo comimos aquí. Solo por darse un homenaje de comida tailandesa ya merece la pena la visita.

Lo damos todo.  Cuando a las 19:20 de la tarde del domingo 22 de octubre cogemos el minibús que nos llevaría a Lopburi, no podemos ni con nuestras vidas ni con el equipaje añadido tras nuestro paso por Chatuchack. 

Lo que también agradecemos sobre manera es el par de horas de trayecto  en bus. Viajar es lo mejor de la vida, pero viajar de mochilero es VIAJAR con mayúsculas porque se vive plenamente enganchado al presente. Después de Chatuchack no estábamos precisamente "frescos" y aprovechamos el trayecto encajados entre nuestros mochilones  para reponer fuerzas y valorar las últimas experiencias,  también para tratar de anticiparnos a lo que llegará en cuanto lleguemos a nuestro destino.

De Lopburi no sabemos absolutamente nada más allá de que hay monos a punta pala y de que tiene una zona donde se puede escalar. Tampoco sabemos donde nos va a dejar el minibús ni como llegar a nuestro hotel.  Cuando se cambia de escenario sin móvil ni internet,  nos subimos a la tabla de surfear el presente donde no existe margen de anticipación a lo que tenga que venir, así que los sentidos se agudizan y los músculos se tensan. Un hormigueo en el estómago indica que los sistemas de alerta están activados.

Es de noche cuando el minibús nos deja en una glorieta bastante grande, somos los únicos pasajeros que quedan a bordo y no hay nadie por la calle a excepción de alguna que otra rata y los comensales que aun resisten en un restaurante que constituye una isla de luz en medio de la soledad que nos rodea. 

Según la Lonely Planet, el epicentro del turismo mochilero es el albergue/hostal Noom's Guest House, ubicado en la zona más céntrica de Lopburi.  Hasta allí probablemente hubiéramos podido llegar andando en un esforzado paseo con los mochilones a cuestas, pero no conseguimos habitación libre y nos vimos en la necesidad de escrutar la web de Booking hasta encontrar la  alternativa que nos pareció mejor, el hostal Farsay Homestay a tres o cuatro kilómetros del centro y al que no sabemos como llegar.

En el restaurante, hacen lo que pueden por ayudarnos, pero la barrera lingüística parece infranqueable y como además usan un alfabeto radicalmente diferente al nuestro, llega un momento en el que empezamos a preocuparnos de verdad. Finalmente se implica el encargado o gerente del restaurante, que aunque no ha oído hablar de nuestro hostal,  habla inglés y llama al Farsay Homestay para averiguar donde está. En estas para por allí un señor que dice ser taxista (ningún símbolo en el coche lo indica) y nos ofrece el servicio de transporte.   El gerente le dice como ir y nos hace de traductor. este señor del restaurante nos inspira la confianza suficiente para acabar subiendo a un coche sin identificación de taxi, sin taxímetro y sin saber el precio que nos va a costar la carrera. A veces, la necesidad obliga a hacer excepciones a lo que dicta el sentido común.

Durante el trayecto sigo el recorrido con la aplicación de android Maps.me para asegurarme de que no nos la cuelan con el recorrido o algo peor.   Diez minutos más tarde el amable conductor nos deposita en nuestro destino sin más historias que una tarifa razonablemente inflada. En la puerta de la casa nos reciben amablemente Farsay y su marido.

El alojamiento está genial y es absolutamente nuevo por estas fechas lleva sólo 5 meses en Booking y por eso no le resulta aun conocido a nadie.  Está decorado con un estilo art decó pelín cursi pero que no deja de ser agradable, con una habitación grande y cómoda y una piscina impecablemente limpia  de aguas azuladas que usaríamos esa misma noche animados  por Farsai.

Piscina en la entrada principal del hostal Farsay Homestay.
Gema a pie de piscina en el Farsay Homestay
El hostal es también la casa en la que vive el matrimonio.  Nuestra anfitriona es una mujer infinitamente amable, hospitalaria y servicial. De hecho, una vez instalados y a iniciativa suya,  nos llevó en su coche hasta un 7 Eleven para comprar algo para cenar y se ofrece, para en los días que estemos alojados allí, llevarnos y traernos de cualquier actividad que queramos hacer.

Nos sentimos de primeras un poco abrumados,  quiere saber los lugares que visitaremos y los horarios que llevaremos, pero es imposible que nosotros seamos capaces de organizarnos de esa manera  y de ninguna manera es lo que queremos para nuestras vacaciones, así que declinamos su ofrecimiento.  Necesitamos ser independientes y para ello sí que le pedimos ayuda para al día siguiente ir a la Noom's House a alquilar una motocicleta.    Al oir nuestra proposición se le ilumina la cara y acepta encantada. En realidad es una situación ideal para todas las partes, de esta manera ella y nosotros disponemos de nuestro tiempo como más nos convenga y no abusamos de su amabilidad

Hemos venido a Lopburi por dos razones, la escalada y los monos y nos vamos a llevar sorpresas muy agradables en ambos aspectos.
Gema en la puerta del Noom's Guesthouse
Realmente el Noom's Guest House es el centro neurálgico de una estancia mochilera en Lopburi, tanto si se viene a escalar como si no.  Su dueño, al que no tuvimos la oportunidad de conocer, fue el promotor de Lopburi como destino de escalada y aunque según nos contaron, lleva por estas fechas 6 años sin subirse ni a un taburete, en la Noom's se puede alquilar el material de escalada,  facilitan gratuitamente el plano para recorrer sin pegas los 22 kilómetros que distan hasta llegar a la zona de escalada del Khao Jeen Lair y disponen para consulta de los croquis de las vías de los distintos sectores, incluso nos los ofrecen para llevárnoslos a préstamo si los necesitamos. No es el caso y simplemente los fotografíamos por si encontramos discrepancias con nuestra guía de escalada.


Distribución de los distintos secotres de escalada y su descripción. Disponibles para consulta en la Noom's Guest House
Croquis de la ubicación de los sectores de escalada. Fuente Noom's Guest House


Ejemplo de los croquis disponibles para consulta en la Noom's Guest House
Ejemplo de los croquis que de la noom's Guest House


Probando la moto antes de embarcar a Gema y partir rumbo al Khao Jeen Lair
El plano que nos dan en la Noom's es bastante claro, pero está en nuestra forma de ser despistarnos y primero nos metemos en otro templo, el Wat Khao Chin Lae, que aunque relativamente cerca no es el que da acceso a la zona de escalada: el Khao Jeen Lair Temple. Un monje budista con mucha simpatía nos devuelve al "buen camino"

Las carreteras que vamos recorriendo apenas tienen tráfico y el paisaje entre campos de girasoles es simplemente espectacular, moverse en moto es divertido y a cada kilómetro vamos más acoplados y tranquilos.

Habíamos leído por distintas fuentes que, en el templo que hay que cruzar para acceder a la pared rocosa, los monjes no ponen más condición a los escaladores, que el  cumplimentar un registro con los datos de cada uno al entrar y salir así como vestir con cierto decoro, pero no hay un alma cuando nos detenemos ante la puerta de la verja que da acceso al complejo religioso. Tampoco hay candado ni nadie a quien preguntar. Algo tímidos abrimos la puerta y entramos.

A falta de monjes, el comité de bienvenida lo integra una manada de cuatro pacíficos y simpáticos perros infestados de sarna y pulgas que nos rodean al aparcar la moto, y que no nos dejan marchar hasta que hemos saludado a todos y cada uno de ellos con unas precavidas caricias.

Cumplida con la recepción y  sin entretenernos más  emprendemos camino afrontando los 298 escalones y el subsiguiente tramo de sendero que remonta la empinada ladera siguiendo la línea más recta posible hasta el pie del paredón rocoso. Cuando finalizamos la aproximación estamos empapados en sudor y algo mareados por la deshidratación.

Hay que ascender 298 escalones para llegar a los pies de vía del Khao Jeen Lair (o Khao Chin Lae).
El olor a sudor español debe resultar gloria bendita para los mosquitos "lopburisenses" porque en cuanto dejamos las mochilas en el suelo sufrimos un ataque masivo como no lo habíamos conocido en ningún otro lugar de tailandia.

Son grandes y lentos y los matamos por decenas en cuanto se nos posan en la piel, pero son muchos, muchísimos.  Movemos las cosas unos metros más para acá y luego unos metros más para allá, pero la cosa no cambia y nos siguen breando.   Sólo cuando se nos seca el sudor sobre la piel remite el ataque.

 La aproximación tan abrupta, la humedad y los mosquitos,  nos han dejado algo deshidratados mareados y sin ganas de escalar, tanto que nos tenemos que esforzar para escalar al menos una vía. Estamos dispuestos a dar por bueno el día con la mera localización del sector.  Influye mucho en el ánimo, el hecho de que no nos hemos acordado de traer comida.

Sin embargo, después de descansar un poco, probamos la roca y el cansancio desaparece al mismo tiempo que la desmotivación.  Sin complicarnos mucho nos ponemos manos a la obra y nos hacemos con  It Fits (6a) en mi guía denominada "It Fire", Arai Wa? (6a) y Night Vision (6a). Todas ellas buenas y agradables, sobre una caliza gris que exige pensar.

Pie de vía de It Fits,

Khao Jeen Lair con las últimas luces del día.
Ponemos fin a la sesión cuando aun nos quedan ganas, pero con la intención de regresar antes de que nos caiga la noche por carreteras que aun no dominamos.  

Cuando llegamos a la glorieta donde nos dejó el autobús que nos trajo desde Bangkok decidimos parar a cenar en el restaurante donde nos echaron una mano la noche de nuestra llegada.

La carta no está traducida al inglés y los empleados ni lo hablan ni lo entienden... Por suerte hay un cartel con la foto de un par de platos y esos son los que pedimos.

La verdad es que no se lo que comimos pero estaba bueno y nos quitó el hambre.





Con el estómago lleno emprendemos el camino de vuelta al Farsay Homestay.  Pero no reconocemos nada que nos ayude a encontrarlo. Desde la glorieta vamos y venimos intentando todas las opciones que se nos ocurren y luego trantando de seguir la ruta que nos marca la App Maps.me que usa el GPS del móvil sin necesidad de conexión de datos. Aun así, misteriosamente, cada vez que parece que nos acercamos al punto rojo que indica la situación del Farsay Homestay, el GPS se pierde conduciéndonos a la nada o a giros que no existen.  En un cruce en el que paramos para reconsiderar nuestras opciones nos ataca una manada de perros, huimos por los pelos.

Después de dos horas de reloj, muy cansados (Gema cargaba a su espalda la mochila con todo el equipo de escalada)  y muy desesperados, volvemos por enésima vez a la glorieta del restaurante,  esta vez paramos la moto, respiramos hondo y reflexionamos sobre lo que puede estar pasando: concluimos que si el hotel es nuevo puede que también lo sea la carretera que lleva hasta él y que por ello no esté aun recogida en la cartografía gratuita del Maps.me. De hecho, el camino más lógico hasta el punto rojo que simboliza el hotel en la pantalla del móvil sería en línea recta pero en el mapa no existe carretera que siga un trazado parecido y por eso la aplicación se lía elaborando la ruta.

En conclusión: pasando de cualquier tipo de indicación  dirigimos la moto  hacia el "punto rojo" que señala la ubicación de nuestro hotel utilizando las carreteras y tomando los cruces que mejor nos convengan  ¡Bingo! en 5 minutos estamos en la puerta del Farsay Homestay que nos parece hoy más que nunca el puñetero paraíso.

Como nos ha gustado mucho la zona de escalada, acordamos con Farsay prolongar nuestra estancia una noche más, no nos arrepentiríamos en absoluto.

Al día siguiente madrugamos bastante más y después de hacer unas primeras visitas turísticas y ubicar la estación de tren que utilizaremos para regresar a Bangkok volvemos a la carga pero esta vez

Conductor de rickshaw esperando clientes en la puerta de la estación de tren de Lopburi
conocemos el trayecto, llevamos provisiones y unas espirales que al quemarse desprenden un olor que repele los mosquitos.  Con la intendencia lista, emprendemos la aproximación por los 298 escalones que parten a pie de templo que  una vez más volvemos a encontrar desierto.
 
Khao Jeen Lair, vista de los campos de cultivo de alrededor desde una de las vías.
Vistas desde el Khao Jeen Lair
En esta visita nos lo pasamos pipa escalando y encadenando las siguientes vías: Low and High (V), Losanga (6a) y Anchor Spanker (6b+), todas ellas preciosas, aunque recuerdo especialmente la última como una placa finísima y elegante y a "Low and High" por el susto que se llevó Gema cuando al meter la mano en un agujero le salió un enorme búho blanco.

Nosotros dedicamos a la escalada dos días; sin ganas de tentar la suerte nos limitamos a abordar las vías de un largo mencionadas que, junto a otras del mismo estilo, conviven con rutas de varias largos equipadas en estilo deportivo y otras de perfil clásico. Pensábamos que Lopburi no daría para mucho más y nos equivocamos.   Si algún día volvemos a Tailandia, volveremos también a Lopburi y estiraremos nuestra estancia algún día más.  Yo creo que la zona da para 4 ó 5 días completos tanto por las posibilidades en cuanto a la escalada como por el resto de alternativas que ofrece Lopburi y sus alrededores

A Lopburi se la conoce como la ciudad de los monos por algo. Ya en el contrato de alquiler de la moto existe un cláusula que advierte de no aparcar dentro del entorno histórico por los posibles daños que puedan ocasionar los  macacos.  De primeras parece una medida extravagante pero no lo es en absoluto.


Monos cruzando un paso en la glorieta frente al Prang Sam Yot - Bitácora Vertical
Lopburi, grupo de monos cruzando la glorieta frente al templo Prang Sam Yot. 
Los monos campan a sus anchas por la vieja Lopburi hoy centro histórico de la ciudad, los hay por todas partes compartiendo el espacio con los humanos.   A pesar de que son un poco "enreda" y su curiosidad les lleva a ser algo ladronzuelos, la convivencia es pacífica.  Existe la creencia popular de que los monos traen suerte, creencia que mezclada con la tradición budista de respeto a todos los seres vivos y la muy influyente religión hinduista que venera a Hanuman, el dios mono, un avatar de Shiva hace comprender algunos ejercicios de paciencia que desgraciadamente serían impensables en España.


Los monos son en Lopburi casi ciudadanos de pleno derecho y tienen su propia fiesta la última semana de noviembre. Son curiosos y eso les lleva en ocasiones a arramplar con lo que no deben. 

Los tailandeses de Lopburi, conviven y dejan hacer a los monos, pero cuando enredan más de la cuenta se limitan a auyentarlos a golpe de tirachinas.   Los monos por su parte son mayormente pacíficos con los humanos (entre ellos si que son habituales las trifulcas), si se respetan las reglas de la prudencia es poco probable tener problemas.  Otro tema es que son unos descuideros avispados y si llevamos comida o algún objeto que les interese pueden intentar que "cambie de manos"


La visita al Prang Sam Yot un templo de arquitectura Jemer es obligatoria.  El viejo templo de montaña ha sido reconvertido por los monos en su cuartel general y junto a los valores arquitectónicos del templo nos dejará aun más huella la interacción con estos otros lopburienses que llevan aquí desde el principio de los tiempos.

Tal y como ley en otro blog, hay un momento de la visita en el que se accede al interior del templo, dicho acceso está vedado a los monos por puertas y ventanas enrejadas.  Desde el exterior, los monos nos observan con curiosidad, como si nosotros fuéramos los animales enjaulados.



Antiguo templo Jemer y actual cuartel general de los monos de Lopburi
El Prang Sam Yod es también conocido como el templo de los monos y es un ejemplo de la arquitectura religiosa Jemer y fue construido bajo el mandato del emperador Javayarman (1181-1221).  Los monos que ya han hecho suyo el centro de la ciudad, tienen tomado el edificio como su cuartel general. Es una visita imprescindible, nosotros lo visitamos dos de los tres días que estuvimos en Lopburi y hubieramos repetido, porque la interacción con ellos, me dejó una enorme huella que no olvidaré jamás.


Monita despiojando a su hijo.


Mono peluquero tratando mi cabello.
Wat Phra Si Rattana Mahathat -
Al lado de la estación de tren está el Wat Phra Si Rattana Mahathat, que también visitamos,el casco histórico es pequeño y te mueves sin problema a pie de un sitio para otro. Los monumentos son accesibles a cambio de una pequeña entrada y los más deteriorados son de libre acceso.

Este elegante pájaro nos acompañó durante la visita al Wat Phra Si Rattana Mahathat


Wat Phra Si Rattana Mahathat



Monos electricistas reparando un cuadro eléctrico en Lopburi


Un mono operario preparando las conexiones para instalar una farola

Monos valorando la compra de una moto.


Monos supervisando el tendido eléctrico


La vieja del visillo versión mona
Después de visitar por segunda vez el templo Prang Sam Yot,  sólo nos quedaba acudir a la estación para esperar el tren que nos devolvería a Bangkok esta monita fue la encargada de despedirse en nombre de la comunidad macaca.   La prometimos volver en cuanto nos fuese posible. Creo firmemente que habrá un tercer viaje a Tailandia, y Lopburi al igual que Railay no faltará en el itinerario.


"Adiós Gema y Alberto, volved pronto"
Recomendamos mucho la visita a  Lopburi  por ser un lugar tranquilo, alejado de lo turístico, barato y donde se vive y se come muy bien (visita imprescindible al mercadillo nocturno). Lopburi no sorprenderá en un primer vistazo pero te conquista minuto a minuto.  Esta muy cerquita de Bangkok y en la ruta hacia las más turísticas ciudades norteñas.  A nosotros se nos hicieron muy cortos los dos días y medio y sus tres noches, nos hubiéramos tirado aquí una semana muy agusto.

Lopburi fue la última estación de nuestro viaje por Tailandia, ya solo queda volver a Bangkok y pasar el día hasta que llegue la hora de ir al aeropuerto.   Tailandia tiene sus detractores, quizás haya países más bonitos, pero a nosotros nos encanta por lo bien  que se vive,  porque la gente de a pie de calle es generalmente muy buena, por la comida, por el color de su mar, su naturaleza, su escalada y las facilidades para todo.  El día que aprendan a cuidar y proteger eficazmente sus valores naturales, terminará de ser un país perfecto.

Estación de tren de Lopburi, llegada del tren que nos devolvería a Bangkok

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