domingo, 11 de enero de 2009

Paseo por La Pedriza nevada.

Con lo de la nevada y tal como que no mola lo de salir de casa... Pude haber tenido este pensamiento pero... a las 11.00 ya había quedado con Gema, que se presenta preparada para ir a escalar, para ir a patear, para ir al roco o lo que haga falta... En la calle hace un frío que pela, pero lo determinante no es eso, sino que el cielo está de un gris plomizo que oculta el sol. Contra eso no podemos ni recurrir a "San Vellón", esa irreductible escuela de escalada al margen de cualquier parámetro lógico en cuanto a climatología se refiere.

Nos decantamos por La Pedriza. Con la cantidad de nieve caída debe estar preciosa y seguro que un paseito nos relaja y nos deja de mejor talante. Ojalá no haya salido mucha gente de casa y la podamos disfrutar como si se tratase de un pase privado.Llegando a Manzanares llamo a Guzmán, el guarda del refugio, un tío de puta madre con el que siempre, siempre, te sientes a gusto, al igual que con su compañero Luis. Averiguo que están abiertos y que la barrera de Cantoco está bajada. Es todo lo que necesitamos saber. En una hora larga de pasear, oler, y no cansarnos de mirar nos aproximamos al Refugio, con la memoria de la cámara echando humo. Nunca, nunca, había visto La Pedriza así. Supongo que otra gente más habitual sí... pero nosotros, tal cantidad de nieve y a tan baja cota era la primera vez... y flipamos.

Las lentejas del Guzmán son cojonudas. Cojonudas porque le salen bien y porque la pateada, el frío y el entorno refuerzan la satisfacción que sientes al comerlas. Lo mismo pasa con el segundo plato, se llame como se llame, con la cerveza de lata, con el yogurt y con la infusión en vaso de plástico. Es el entorno y es que tanto él como Luis, su colega y compañero, te lo ofrecen con un trato tan agradable y fraternal que sientes que estás como en familia.
Con María pasé largas tardes en el Refu comiendo y jugando al ajedrez. María eligió vivir eternamente en La Pedriza y seguro que por allí andaba el sábado, "partiéndose la caja" con la bochornosa partida que jugamos Gema y yo. (no te preocupes Meri, que mejoraremos) es que hacía mucho, mucho tiempo...

A las 17.30, casi sin habernos dado cuenta, tenemos que bajar hacia el Tranco, el sol está apunto de retirarse y habíamos olvidado que el coche no lo habíamos podido subir a Cantocochino, así que salimos zumbado para abajo, casi a la carrera.

Bajando al trote nos cruzamos con caras conocidas del Espacio Acción. Mario, Víctor y otro chaval que no conozco... Gente agradable y muy montañera que tampoco perdona un fin de semana, haga el tiempo que haga. Los dejamos atrás con sus mochilas y sus piolet y con ganas de tener más tiempo para preguntarles por donde han andado.

Llegamos al coche con las últimas luces del día, contentos, a gusto y sintiéndonos bien. Ya solo faltaba un cine para rematar el sábado.

martes, 6 de enero de 2009

Un viaje más, otra muesca en el revolver llamada Leiva

Ya no existe el 2008 más que en los libros de historia y no se si sentir alivio o pena. Este año no ha pasado precisamente sin pena ni gloria, pues de todo ha tenido y de una intensidad tal que no resistiría otro año así. A este tipo de años se le denominan convulsos, y este en particular se ha saldado con muertes, con bajas entre los pocos que me importan, y vida, vida que ilumina un sendero que quiero pisar, y una mano que me agarra y a la que agarro porque no quiero perder lo único que aun valoro por encima de mi existencia.

En el 2008 supe por última vez de gente que ya no se si era mi amiga, si lo fue alguna vez o si les importó algo en algún momento que no fueran su ración de jijijís o jajajás. También la vi y hablé con ella por última vez... no quiero ni pensar lo duras que habrán sido estas navidades para sus padres y hermana, a veces, pienso tangencialmente en ello y cambio enseguida la dirección de mis pensamientos, pues no puedo soportar la intensidad del dolor que siento. También jugué al dominó por última vez con mi abuelo. Gracias a Dios pude despedirme de él en condiciones y por una vez pude estar donde tenía que estar en el momento en que tenía que estarlo.

Cuando preparaba la mochila para ir a Leiva, vía Orihuela y Torrevieja, en las mini vacaciones que, finalmente y con mucha lucha, pudimos compartir Gema y yo, todo eso iba guardado en los distintos compartimentos, pero lo suficientemente oculto como para permitirnos disfrutar de cada día y no olvidarme de unas personas que han querido siempre lo mejor para mí.

El móvil vibra. Gema ya está aquí. Mi madre me ayuda a bajar los cajones con la comida y los aislantes. Yo cargo con la mochila del material de escalada, la garrafa de agua y la bolsa de la ropa. Gema me enseña esa sonrisa por la que yo mataría... por la que vivo, e iniciamos viaje. Nuestra primera parada es Torrevieja, allí están Susana y Javi, dos personas increíbles con las que compartiremos los días venideros. La casa es un apartamento de verano que hace mucho tiempo que no se habita... está fría y con mucha humedad por la proximidad del mar... No tarda en aparecer un viejo compañero del pasado... la alergia. La cena la disfrutamos entre los espaguetis, las risas, el picor de ojos y los kleenex... finalmente nos vence el sueño... mañana será nuestro primer día de vacaciones.

El Rincón de Bonanza, en Orihuela, es la primera parada de nuestra gira escaladora por el Levante... Sin embargo la cruel realidad se hace presente en algo en lo que no había reparado hasta ese momento: desde el robo, no tenemos casco y en Bonanza lo que hay realmente interesante son las vías de varios largos, no me va el rollo de meternos a coco descubierto y tampoco tenemos guía para buscar alternativas más deportivas, así que tras el paseo hasta el pie de vía, nos lo pensamos mejor, y Gema y yo nos vamos a zampar al Burguer King donde encadenamos sendos whopper con todo su colesterol y grasaza... Nos ponemos como el tenazas y no nos sentimos en absoluto mal por ello.

Sin éxito búscamos la guía de la zona, pero no tenemos suerte en el Sprinter y desistimos.

Susana y Javi encadenan su vía y nos reunimos justo antes de salir hacia Leiva a donde llegamos sobre las 9 de la noche. El Berro será nuestro campo base, el parking la sede para Javi y Susana y el Camping de Sierra Espuña para Gema y quien esto escribe.

El camping está muy bien... no hay mucha gente y la que hay es súper respetuosa. Después del Camping Las Dunas en nuestra visita a San Bartolo se nos estira la orejilla cuando oímos la palabra camping... pero en este caso triunfamos. Baños limpios, agua abundante y muy caliente y una parcela acogedora con vecinos silenciosos. Nos encantó y lo recomendamos, además está a 10 minutos en coche de la pista que da acceso a los sectores.

Después de levantarnos, ducharnos y desayunar vamos a ver a Javi y a Susana que se están aun desperezando. Así que, por no agobiar y por no agobiarnos esperando, nos ponemos en marcha hacia la zona de escalada. El acceso hasta la barrera no está muy bien explicado en la guía y nos perdemos 50 veces hasta que finalmente damos con él. En ese momento Gema tuvo la buena idea de coger el paraguas. Parecía que había olido la lluvia, porque al poco rato empezó a caer y ya no pararía en todo el día.

Lejos de frustrarnos y parapetados bajo el paraguas, decidimos darnos un paseo hasta el refugio y tomar un primer contacto visual con las paredes.

El paseo se prolongó durante casi 3 horas y sirvió para definitivamente echar fuera el estrés que parecía haberse venido conmigo en el viaje... Cansados pero contentos volvemos al campo base donde Javi y Susana nos agasajan con un espectacular pollo en salsa que degustamos tranquilamente en una mesita del camping, mientras ahí fuera, el cielo se descargaba bien agusto.

Durante las siguientes 3 horas jugamos al parchís, al fútbol, al voleibol, a saltos de altura, a pasar por debajo de una cuerda, a los equilibrios en la cuerda floja.... Cuando nuestros cuerpos no pudieron más, nos retiramos a conquistar un merecido sueño, que repuso nuestras fuerzas, pero que también, señaló con agujetas zonas de nuestros cuerpos en las que hacía tiempo que no reparábamos.

Por fin amanece con el cielo azul y, sin madrugar, pero sin entretenernos, nos ponemos en marcha hacia la escuela. Nos despedimos de Susana y Javi justo en el desvío hacia el sector deportivo de La Pecera. De nuevo, la falta de casco nos retira de las largas tiradas verticales y sencillamente nos abrazamos a una zona de deportiva de buena calidad, integrada por vías del entorno a los 25 metros de longitud, con una excelente roca que se asemeja bastante a la de Quirós, aunque algo más oscura y un poco más rota (me refiero a con más agujeros). Este parecido, comprobé ayer, que no era solo apreciación mía, pues buscando croquis del sector, El Chavo, ya lo mencionaba en una entrada bastante reciente.

Hicimos 5 vías. En los V`s y 6a+ que probamos, las chapas alejaban bastante y por eso Gema prefirió tentarlas al tope rope... Buenas vías, pero a veces hay que pensar también en los que empiezan. El primer seguro a 6 metros del suelo suena un poco a mala leche cuando se trata de una vía de Vº.

La guía tiene unos croquis que no me convencieron y las vías tampoco están "bautizadas" con su nombre, asi que albergo alguna duda razonable respecto a que escalé en concreto. Lo que si que puedo decir es que todo lo que hicimos me pareció buenísimo e hizo merecer la pena el desplazamiento.

Esa noche llegaron Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente que tuvieron a bien ser bastante generosos a pesar del año de crisis que llevamos a cuestas.

El martes fue un día de trámite pero muy agradable, desayunamos, nos duchamos, recogimos y volvimos a desayunar con Javi y Susana. Tras el segundo almuerzo llegó la hora de decir hasta pronto a Leiva y poner rumbo a Madrid, pues las obligaciones laborales, y mientras siga sin tocarnos la primitiva, continúan marcando el ritmo de nuestras vidas.

Las vías que escalamos se llaman así:

El Delfín (V):
La Tortuga Carey (V+): De los mejores V's que he escalado, realmente buena, pero con alejes excesivos.
La Ballena Azul (6a+):
El Sargo Real (6a+): de está tengo dudas, pues no se si la hicimos realmente o si se trataba de una variante de la "Ballena Azul".
El Nudibranquio (6b+): realmente la escalé por confusión... conté las vías y pensé que se trataba de "El Pulpo Roquero", más tarde, nos dimos cuenta que se trataba de la anterior, por el número de seguros y por el desplome que hay que superar al final de la vía. Excelente línea que no encadené y que merece una próxima visita.

jueves, 1 de enero de 2009

La subjetividad de la escalada.

La escalada es, de los deportes que conozco, el más subjetivo. Lo es por múltiples factores: por un lado el concepto de fácil o difícil en si mismo, no puede reducirse al grado de una vía. Yo puedo encontrar fácil el mismo quinto de deportiva en el que otra persona puede pasar auténticas penurias y otros pueden encontrar fáciles los 6c's que yo tengo que trabajar pegues y pegues para encadenar. ¿Entonces hay vías fáciles o difíciles? Pues claro que las hay, pero no depende de la vía sino de nosotros. Es fácil, lo que para uno es fácil y difícil lo que para uno es difícil.

Demos una vuelta de tuerca a la cuestión, volvamos a la vía de quinto grado que yo puedo encontrar fácil y situemosla en una placa de granito de La Pedriza alejando los seguros 4 ó 5 metros entre sí... Seguro que ya no la encuentro tan sencilla. O llevemos esa misma vía al sexto largo de una vía clásica en la que alternemos algunos parabolt con friends y fisureros... Seguro que el corazón no late tan tranquilo... ¿Son fáciles los quintos?... ¿Depende de dónde?. No. Más bien depende de quien y en que momento escale una vía determinada.

En mi caso en particular, encuentro dificilísimos los 6'cs y sin embargo, dentro de los 6'cs también hay algunos que me parecen más fáciles que otros.

¿Qué lío no? Pero es que solo hemos abordado los conceptos de difícil y fácil... ¿Qué pasa con el miedo?

El otro día en La Pedriza yo subía unas placas de entre IV y IV+ con algunos alejillos "picantones". No me puse ni los pies de gato y durante casi toda la vía iba andando en lugar de trepando. Sin embargo, durante el segundo largo de esa misma vía al que catalogan como de III, cayeron 4 gotas y me a 15 metros del último seguro, habiéndome pasado la reunión intentando recular y pasándolo bastante mal. ¿Es un III difícil? Pues no. Un III de placa es una cuesta, pero las 4 gotas, el aleje tan bestial y el tener que destrepar... me hicieron salirme de mi zona de confort y tener que luchar unos pasos que en cualquier otro momento no hubiera considerado ni escalada. En un segundo, algo insignificante se convirtió en significativo.

Es raro, pero lo cierto es que la escalada es un deporte donde sin precisar estrategias, ni existir más reglas que las de subir una vía desde el suelo hasta que se acaba, el peso de la mente es sin duda más importante que el del físico, que por supuesto, también juega su papel.

La mente es lo primero, lo último y lo de en medio que hay que entrenar, y para eso no valen los rocódromos, ni las clases, ni escalar de segundo. Se coge una vía, la que nos suponga un reto, y nos metemos a ver que pasa. El miedo nos puede bloquear y noquear una vez, dos veces, tres... pero de exponernos a él, un día cede y se retira unos metros... pero no definitivamente pues permanece al acecho, dispuesto a reconquistar el terreno perdido. El entrenamiento del miedo, consiste en pasar miedo... Los hay que lo exteriorizan de una forma y otros de otra... Al final da igual que llores hacia dentro o hacia afuera... Lo que marca la diferencia entre un escalador y otro que se queda en el intento es persistir. Un día el miedo te deja dar un paso más, luego otro y luego otro. Sigue estando ahí, como una pesada bola atada al pie, que nos frena, que no quiere dejarnos avanzar, pero le acabamos tomando la medida y comprendemos el juego... entonces no te sientes un inútil por asustarte en un momento dado, comprendes que es parte de la escalada y valoras los placeres de la adrenalina... Es una situación de relax inigualable... solo que tarda en llegar. Después de unos días del relax se pasa a las ganas de volverlo a intentar... Si entras en la rueda al final se consigue disfrutar antes, durante y después de una vía... pero cuesta y no se consigue siempre al 100%. De hecho, si te quedas ahí, ya no probarás nuevas vías que te reten, perderás motivación y cada vez escalaras peor.

Por tanto y a modo de conclusión, la particularidad de este aspecto de la escalada, su subjetividad, la convierte en una experiencia única y personal, donde cada uno debe encontrar los elementos de disfrute y las situaciones donde aprovecharlos. Es un deporte competitivo, pero contra nosotros mismos... y por esa misma razón se lleva muy mal con las comparaciones entre individuos... Si fulanitez hace 7a por qué yo no. Este planteamiento es desmotivador y carece de sentido. Nos roba energía y nos desanima. El único planteamiento válido es: ¿escalo peor que hace un mes? ¿escalo mejor? Soy capaz de hacer algún paso de los que antes no me atrevía? Si la respuesta es sí, y si hemos persistido minimamente, será sí. Encontraremos la motivación para seguirlo intentado y nuestro estado de ánimo será mucho mejor.